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Impresionan las coincidencias, a 49 años de distancia, del pensamiento del P. Alberione con el Mensaje del Papa para la 43 Jornada de las Comunicaciones Sociales, donde trata de las nuevas tecnologías que el “profeta de la comunicación social” soñaba y pedía.
El apostolado paulino se define y resume en el segundo artículo de las Constituciones. Refleja el pensamiento de Pío XII en una Carta apostólica del 12 de enero de 1951, en que proclamaba al arcángel San Gabriel protector de todos los inventos aptos para comunicar el pensamiento, las noticias y todo lo que es útil a la humanidad; protector asimismo de los colaboran en esta labor con el concepto, la técnica y la difusión.
Prensa, radio, cine y televisión constituyen hoy día las obras más urgentes, rápidas y eficaces de apostolado católico. Es posible que los tiempos nos reserven otros medios mejores; pero en la actualidad parece que el corazón del apóstol no pueda desear nada mejor para dar a los hombres y los hombres a Dios.
Ojalá el Divino Maestro, por intercesión de san Pablo, suscite muchas personas generosas que dediquen toda su actividad de oraciones, acción, sacrificio y heroísmos a estas cuatro nobles formas de apostolado y otras parecidas, en las que se proponga como único fin el programa de la redención: “Gloria a Dios y paz a los hombres”.
El don de la palabras, regalo de Dios al hombre, es algo bien grande para las comunicaciones entre los hombres y con Dios. Si se lo usa además para llevar el mensaje evangélico de la salvación y de la paz, constituye el apostolado de la predicación: “A toda la tierra alcanza su mensaje y su palabra llega a los confines del mundo”.
Ahora bien, los medios técnicos de hoy confieren a la palabra un apoyo de inmenso valor en amplitud y rapidez, de inmensa potencia. Por ejemplo, la palabra del Papa puede escucharse en todo el mundo; él puede hacer llegar su catequesis a toda la humanidad que, de esta manera, viene a ser su inmensa parroquia. Puede también orar en unión con todos los hombres. Pío XI decía: “Esto equivale a obedecer y realizar en sentido pleno el divino mandato: “Vayan y enseñen a todas las gentes”.
Cuando estos medios del progreso sirven para la evangelización, reciben una consagración, quedan elevados a la máxima dignidad. El despacho del escritor, el taller de la técnica, la librería se vuelven iglesia y púlpito. Y quien trabaja en ellos, se eleva a la dignidad de apóstol.
Quien, “con manos inocentes y limpio corazón”, trabaja en esos medios, les comunica un poder sobrenatural, que contribuye a la iluminación y a una acción íntima por el soplo divino que la acompaña.
El abuso de los medios técnicos causa innumerables males sociales, y ocasiona verdaderos estragos entre los hombres. Destruyen con sus abusos la vida espiritual del hombre, sembrando discordia e inmoralidad. Enciéndase, pues, de ardor el apóstol de la comunicación social.
Esos medios técnicos establecen a menudo múltiples cátedras contra el Padre celestial, quien, “después de haber hablado muchas veces y en diversas formas a nuestros padres por medio de los profetas, en estos días, que son los últimos, nos ha hablado por el Hijo” (Heb 1,1-2); contra Jesucristo, que consumó el tiempo de su vida terrena dando testimonio de la verdad; contra el Espíritu Santo, que es espíritu de verdad.
Hay escritores, técnicos, publicistas, organizadores, etc., que dedican días y años, ingenio y dinero al servicio del error y de la impiedad… Sus motivaciones secretas son la ganancia, el odio, la ambición, etc. Causan grave escándalo y daño público.
Hay pecados que se multiplican fácilmente: en las horas de la noche miles de grandes máquinas, en todas las partes del mundo, a velocidad sorprendente, arrojan millones y millones de ejemplares de revistas y periódicos; cada noche asisten a las salas de cine multitudes de espectadores; a lo largo de casi todo el día la radio y la televisión emiten programas de continuo… ¿Quién sabe el porcentaje que hay de bueno en todo eso y el porcentaje que hay de peligrosos?
Debemos estudiar los medios audiovisuales… Debemos contraponer prensa a prensa, radio a radio, cine a cine, y televisión a televisión. Pongamos en guardia a las personas de buena fe con todos los medios que tenemos a disposición, para que no se coopere en el mal ni se cometa directamente.