SI QUIERES...

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Institutos paulinos
de vida secular consagrada

SAN GABRIEL ARCÁNGEL
----varones

VIRGEN DE LA ANUNCIACIÓN
----mujeres


“Quien me sigue,
tendrá el ciento por uno aquí
en la tierra, y luego la vida eterna
en el cielo”.


Quiénes somos,
cómo vivimos


“No me han elegido ustedes a mí,
sino que yo los he elegido a ustedes”.


Somos laicas y laicos consagrados a Dios, que formamos parte de la Familia Paulina fundada por el beato Santiago Alberione entre 1914 y 1960. Somos miembros de los Institutos Virgen de la Anunciación y San Gabriel Arcángel, dos de las diez ramas de la Familia Paulina.

Vivimos en el propio ambiente familiar y rea-lizamos nuestra profesión en el mundo labo-ral, educativo, de la salud, eclesial, social, sin ningún distintivo externo que nos identifique, pero en estrecha unión con Cristo, por quien nos sentimos llamados a trabajar, orar, gozar y sufrir con él por la paz y la salvación de los hombres, fiados de su palabra: “Quien está unido a mí, produce mucho fruto”.

Cristo resucitado presente es la piedra angular, el centro y la razón de nuestra vida consagrada
y misionera. Sabemos que la vocación sólo puede venir de él y sólo es posible vivirla en unión con él. Él nos ha consagrado a sí mismo: “No me han elegido ustedes a mí, sino que yo los he elegido a ustedes, y los enviado para que produzcan mucho fruto, y su fruto per-manezca”.

Nos esforzamos por imitar a nuestro Padre san Pablo en su forma de vivir la unión con Jesús, como él lo expresó: “Para mí, la vida es Cristo”, “No soy yo quien vive: es Cristo quien vive en mí”. Creemos que en eso consiste la verdadera santidad, pues Jesucristo, el Santo, nos hace santos al estar unidos a él.

Vivimos de la Eucaristía: “Quien me come, vivirá por mí”, y de la Palabra de Dios: “Lám-para es tu Palabra para mis pasos”. Creemos en su promesa consoladora: “Estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”.

Vivimos en la perspectiva pascual de la eter-nidad feliz, esperando gozosos la resurrección, cuando Cristo “transformará nuestro cuerpo frágil en un cuerpo glorioso como el suyo”, y nos llevará con él a compartir el banquete eterno en la casa de su Padre y Padre nuestro. Allí nuestro Salvador nos está “preparando un puesto”, que nos asignará después de haber gozado el ciento por uno aquí en la tierra, a pesar de las cruces inevitables.