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Aspirante de la Sociedad de San Pablo
Maggiorino nació en Benevello (Alba), el 6 de mayo de 1904, de una humilde familia de campesinos, pero ricos de fe. De inteligencia abierta y temperamento vivaz, quería ser el primero en todo: en el estudio, en el juego, en el trabajo, en la bondad.
Aspirante de la Sociedad de San Pablo
Maggiorino nació en Benevello (Alba), el 6 de mayo de 1904, de una humilde familia de campesinos, pero ricos de fe. De inteligencia abierta y temperamento vivaz, quería ser el primero en todo: en el estudio, en el juego, en el trabajo, en la bondad.
Al encontrarse con el P. Santiago Alberione, Maggiorino empezó con él la dirección espiritual y se entusiasmó con tres realidades que se convirtieron en su ideal: hacerse santo lo antes posible, ser sacerdote y convertirse en apóstol de la buena prensa.
Con 12 años, respondiendo a la invitación del Señor, entró en la Sociedad de San Pablo el 15 de octubre de 1916. Feliz con su vocación y con la ilusión de predicar el Evangelio con la prensa y la difusión de los libros y periódicos buenos, supo reaccionar con firmeza ante quien le decía que se retirase de la Obra del P. Alberione. Con tal motivo escribía a su familia: “Recen para que no traicione mi vocación, pues es la más hermosa de todas”.
Era amante de la Eucaristía, y se imponía incluso valientes sacrificios para poder comulgar diariamente. Un día de invierno, después de haber hecho 14 kilómetros, en gran parte a pie y en ayunas, llegó a la ciudad de Alba cansado y aterido de frío, hacia las 9 de la mañana. Y respondió a quien le ofrecía una taza de leche caliente: “Sí, pero primero la Comunión”.
No queriendo saber nada con la mediocredad, se propuso como programa de vida: “Progresar un poquito cada día”. Y se mantuvo fiel a este compromiso hasta la muerte, realizando admirables progresos en la virtud y en el trabajo apostólico. Maggiorino fue el más querido entre sus condiscípulos, el predilecto en el cual se com-placía el corazón del P. Alberione.
Fue uno de los alumnos de la primera generación paulina. Y no es sólo un adolescente santo ni tampoco modelo sólo para los aspa-rantes paulinos. Él lleva en su persona el sello de Dios, como fruto de una nueva educación y formación para los adolescentes y jóvenes de las nuevas generaciones. Educación centrada en Cristo, seguido como Maestro, como “el Camino, la Verdad y la Vida”. Educación destinada a convertir a los jóvenes en una fuerza activa y sugestiva en la construcción de la nueva sociedad y de la Iglesia.
El P. Alberione se convenció de que Dios, al encomendarle la vocación de Maggiorino, no sólo confirmaba su ministerio de fundador y educador, sino que también le confiaba una voz profética para la Iglesia y para los jóvenes de todo el mundo.
Maggiorino, consciente de que la juventud es la preparación para la vida, y de que la vida es un don de Dios ofrecido a todos en función de una misión a cumplir en la tierra para gloria de Dios y el bien de los hermanos, puso valien-temente su vida a disposición de Dios a favor de la Iglesia y de la recién nacida Familia Paulina.
Siguiendo a su maestro espiritual, adquirió la capacidad de caminar con valentía hacia el Maestro divino e imitarlo en su fase evolutiva. También de él se podía decir como de Jesús adolescente: “Crecía en sabiduría, en edad y en gracia ante Dios y los hombres”.
Podía atribuirse las palabras del apóstol san Pablo: “Olvidándome del camino recorrido, me lanzo hacia delante, y corro en dirección a la meta, para alcanzar el premio del llamado celestial que Dios me ha hecho en Cristo Jesús” (Flp. 3, 13-14).
Esforzándose por avanzar cada día un paso hacia adelante, tanto en lo espiritual como en lo humano y social, deseaba ser el primero en todo, y especialmente en abrirse hacia nuevas formas de evangelización.
Habiéndose encontrado con Cristo, atrapado por él, no piensa sino en prepararse seriamente en el estudio y en el trabajo para darlo a conocer a todo el mundo: a sus compañeros y a toda la gente que pueda alcanzar con la prensa.
Así vive intensamente su juventud, considerando la imprenta como un “templo” donde se prepara y desde donde se distribuye la Palabra de Dios; y su máquina de imprimir como el “púlpito” que le permite predicar a todos, a pesar de su corta edad.
Escribía el P. Alberione: “Hay un aspecto que merece ser considerado: Magiorino Vigo-lungo es el aspirante modelo de una vocación nueva en la Iglesia; vocación que requiere inteligencia y visión amplia de las realidades (eclesiásticas) y una apertura que abraza todas las formas modernas de los apostolados… Por eso la figura del nuevo siervo de se inserta en nuestro tiempo con total actualidad”.
El Fundador escribió, al poco de la muerte de Maggiorino, la biografía de éste, en la cual prevalece una idea constante: “Si tuviera que dar a nuestros aspirantes un modelo y protec-tor para su formación y amor a la vocación… Maggiorino será el modelo de nuestros aspirantes…, porque él es el joven aspirante modelo. Su programa heroico, progresar un poquito cada día, lo clasifica y lo distingue en esta vocación suya”.
El primer cronista de los orígenes de la Familia Paulina, el P. Alberione, evocando la muerte de Maggiorino, anotaba que “el Padre celestial sembró en la tierra la primera semilla de la Casa, para que fructificase con nuevas vocaciones”.
El mismo Fundador, al presentar al obispo de Alba la oración para que se abriese el pro-ceso de beatificación del joven siervo de Dios, escribía: “Desde el día en que la Divina Providencia tomó del pequeño jardín de la Sociedad de San Pablo la primera flor del apostolado de las ediciones, Maggiorino Vigolungo, tuve sien-pre vivo en el corazón el deseo de abrir su proceso de beatificación, seguro de sus virtudes heroicas y de su dignidad nada común. Con esta intención… en el 1918 recogí en una breve biografía sus memorias y sus santos ejemplos de virtud”.
Por su parte el obispo de Alba, Mons. Carlos Stoppa, afirmó respecto de Maggiorino: “En este nuestro tiempo en el que el Espíritu Santo dirige las mentes y abre los corazones hacia el problema vocacional y hacia el apostolado de la prensa y de todas las ediciones en general, la figura de Maggiorino Vigolungo es más que nunca de viva actualidad. Que él obtenga del Señor, mediante el sacrificio de su joven vida, una floración de vocaciones, no sólo para la Sociedad de San Pablo, sino para todas las necesidades de la Iglesia, e infunda en cada fiel, especialmente en los jóvenes, la inteligencia y un santo entusiasmo por la prensa católica y por los apostolados modernos”.
“Esta primera flor de la Sociedad de San Pablo” constituye una convalidación indiscutible de la pedagogía paulina, en cuanto ofrecida por un adolescente, que podía demostrar de arranque y al estado puro, la vitalidad carismática y eclesial de un camino nuevo, incomprendida por los más, contestada por muchos y, ciertamente, difícil de hacerla aceptable como camino de santidad y de apostolado, válido para el siglo XX” (P. Renato Perino, sacerdote paulino).
“La perdurable carencia de vocaciones… tal vez puede encontrar una solución cuando entre nosotros vuelva a florecer una fe más viva en las realidades evocadas por la figura de Mag-giorino Vigolungo, que se perfila en el horizonte de la Congregación como la mejor síntesis de la pedagogía paulina. Una vez más la figura de Maggiorino, a la cabeza de los “nuevos jóvenes” que han comprendido las instancias de la Iglesia y del mundo, sea inspi-radora no sólo para los aspirantes, sino tam-bién para todos los educadores” (P. Renato Perino).
En esta línea está el mensaje de Juan Pablo II a los jóvenes en 1989: “Cada uno de ustedes, jóvenes, desea vivir la vida en plenitud… Pero no olviden que la verdadera plenitud de la vida se encuentra sólo en Cristo, muerto y resucitado por nosotros. Sólo él puede darnos la fuerza y la alegría de vivir.
“De cada encuentro con Cristo brota siem-pre, como consecuencia directa, el deseo de anunciarlo a los otros. El mundo de hoy es una gran tierra de misión, incluso en los países de antiguas tradiciones cristianas. A ustedes, jóvenes, les incumbe en modo especial el compromiso de testimoniar la fe hoy, y de llevar el Evangelio de Cristo, Camino, Verdad y Vida, en el tercer milenio cristiano; de construir una nueva civilización, que sea civilización de de amor, de justicia y de paz.
“Para cada generación son necesarios nuevos apóstoles. Jóvenes, ustedes son los primeros apóstoles y evangelizadores del mundo juvenil, atormentado hoy por tantos desafíos y amenazas.
“Cristo se fía de ustedes y ansía su colaboración. ¡Cristo tiene necesidad de ustedes! Respondan a su llamado con la valentía y con el impulso peculiar de vuestra edad”.
“Cristo se fía de ustedes y ansía su colaboración. ¡Cristo tiene necesidad de ustedes! Respondan a su llamado con la valentía y con el impulso peculiar de vuestra edad”.
En esta amplia perspectiva se proyecta con nitidez la figura de Maggiorino Vigolungo como figura y voz profética, modelo y ejemplo para todos los adolescentes y jóvenes llamados a construir un mundo nuevo, fundado sobre la verdad de Cristo, sobre la moral de Cristo, sobre la vida de Cristo.
En los albores de este nuestro siglo, Mag-giorino respondió el primero a ese gran llamado. Por eso él permanece, para sus coetáneos de cada época, como un reclamo siempre actual.
Esta es la originalidad y la grandeza de Maggiorino, discípulo e hijo del Beato Santiago Alberione. Su estatura espiritual se coteja, no obstante su edad juvenil, con las dimensiones de los santos cristianos, que se miden con la “plena estatura de Cristo”.
Su vida terrena concluyó a poco de cumplir los 14 años, después de caer gravemente enfermo. Al preguntarle el padre Alberione si deseaba sanarse o irse al Paraíso, respondió: “Deseo que se cumpla la voluntad de Dios”. Y ofreció gozosamente su vida por la naciente Familia Paulina y por su misión apostólica.
Mientras sus compañeros concluían el triduo ofrecido por él, el sábado Maggiorino dejaba la tierra 27 de julio de 1918 para irse al cielo. Sus últimas palabras dichas al P. Santiago Alberione, fueron: “Salude en mi nombre a mis compañeros; que oren por mí y que nos encontremos todos juntos en el Paraíso”.
Fue declarado Venerable 28 de marzo de 1988.
Del libro RICORDATI, SIGNORE, DEI NOSTRI PADRI, del P. Stefano Lamera, ssp
Del libro RICORDATI, SIGNORE, DEI NOSTRI PADRI, del P. Stefano Lamera, ssp