¿TENGO VOCACIÓN?



En qué consiste la vocación

La vocación común, universal: es el llamado al diálogo-relación de amor con Dios en el tiempo y en la eternidad; y a colaborar con Cristo en la humanización y salvación personal y del mundo.

Específica, consagrada: llamado para estar con él y para compartir su misión humanizadora y redentora de manera más intensa y radical, animados por un especial amor de gratitud a Dios y por el amor salvífico hacia el prójimo.

- Estar con él: contactándolo en sus presencias privilegiadas: oración, Eucaristía, Visita eucarística, Palabra de Dios, prójimo necesitado maneras, la propia persona, como “templo de la Trinidad”. Vivir en Cristo.

- Compartir su misión redentora a favor de uno mismo, de los otros, del mundo entero, mediante la vida interior, la oración, el sufrimiento ofrecido, el testimonio, la palabra, y las actividades apostólicas viables para cada cual. “Como el Padre me envió a mí, así los envío yo a ustedes”.

La vocación consagrada es radicalmente escatológica: mira a la eternidad a través de las realidades humanas y divinas. Sin esta proyección la vocación no tiene sentido.

Lo esencial de la vocación: estar con Cristo y compartir su misión, se puede realizar en gran número de carismas. Es cuestión de buscar un carisma que sintonice con los carismas y dotes personales. Y esta sintonía puede encontrarse en diversos carismas, y hay que decidirse por uno, después de un prudente período de reflexión orante, sin esperar a una prueba o una respuesta directa por parte de Dios. Lo hace raramente.
     La respuesta de Dios está en las dotes, actitudes, aptitudes e inclinaciones que nos ha dado para determinado carisma. Es un error aplazar la opción esperando que Dios se manifieste explícitamente.

¿Es vocación lo que yo siento?

La vocación tiene tres expresiones integrantes:

     1. - Ser llamado-a por Dios.
     2. – Reunir las aptitudes y condiciones necesarias, según el
           Carisma elegido.
     3. – Decidirse a responder con generosidad y alegría.

1. - ¿Cómo llama Dios? Con el deseo intenso de vivir en Cristo y con Cristo resucitado presente; y con el anhelo de compartir con él su misión salvadora. Vivir en Cristo y darlo a conocer. Este deseo brota en especial en la oración como encuentro personal de amor con Cristo, de la meditación de la Palabra de Dios, del ansia de la felicidad eterna y del temor a quedar excluidos de la misma.

2. Cada Instituto, cada carisma en la Iglesia requiere unas condiciones básicas para que la vocación pueda realizarse exitosamente. Estas condiciones son ya una señal indirecta de vocación, en cuanto que excluyen contraindicaciones canónicas, morales, humanas, de salud física, psíquica, insuficientes medios propios para sostenerse con una vida humanamente digna, en caso de los institutos seculares.
Pero sobre todo, se requiere la recta y clara intención de Vivir en Cristo y compartir su misión redentora, que debe prevalecer sobre cualquier otra motivación o intención.

3. – La vocación, viene de Dios:No me han elegido ustedes a mí, sino yo a ustedes”, y sólo puede llegar a realizarse si la persona llamada valora la vocación, la acoge con gratitud y se compromete a vivirla con ilusión y gozo, con decisión y perseverancia.
     La vocación es un gran don que también se puede pedir a Dios. Si se desea de verdad, es que ya se tiene, pues ese deseo de estar con él y compartir su misión viene del Espíritu Santo; no es una simple opción personal.

El miedo a no poder corresponder
Esta duda frena y aborta muchas vocaciones, al creer que se cuenta sólo con las propias fuerzas. La correspondencia, la perseverancia y la fidelidad a la vocación son dones de Dios que se han de pedir cada día. Dios da la vocación, que es lo esencial, y a la vez las fuerzas y medios para ser fiel, siempre que pongamos nuestra parte de acogida, esfuerzo y gratitud gozosa.
     Jesús, que llama, pone su parte: "No teman, estoy con ustedes todos los días". El beato Alberione vio salir del sagrario estas palabras: "No teman. Yo estoy con ustedes; desde aquí quiero iluminar. Vivan en continua conversión". La consagración no nos hace impecables; pero la "conversión continua" nos hace gratos a Dios.
     Hay que confiar en Dios como todo dependiese de él y, al mismo tiempo, comprometerse con toda generosidad como si todo dependiera de nosotros”.

¿Es difícil la vida secular consagrada?
Sí, tiene sus dificultades, como toda forma de vida honrada y comprometida. Pero cada cual recibe de Dios las fuerzas y la gracia proporcionada a las dificultades de cada carisma. La vocación consagrada es esencialmente amor de gratitud a Dios y amor salvífico al prójimo; y esos dos amores fundidos en uno, es el que hace fácil y gozosa la vocación y garantiza el éxito y la perseverancia hasta el final. “Quien persevere hasta el fin, se salvará”.
     La vocación consagrada está apoyada en la Persona de Cristo, Piedra angular de toda vocación. La vocación es cristocéntrica, o no puede sostenerse. Él es la piedra angular de toda vocación. Es pertenencia a Cristo para vivir el Evangelio y predicarlo. “Todo es de ustedes; ustedes son de Cristo y Cristo es de Dios”.
     Toda vocación se integra en la Iglesia, Cuerpo de Cristo, como servicio de humanización y salvación a favor de la sociedad humana.

La misión en los Institutos paulinos
de vida secular consagrada
     El apostolado o misión es una actividad o trabajo que tiene infaliblemente fuerza salvadora siempre que sea realizado en unión con Cristo, como él mismo asegura: “Quien está unido a mí, produce mucho fruto; pero sin mí no pueden hacer nada”.
     Los miembros de los institutos seculares tienen como ámbito apostólico-misionero su hogar familiar y su trabajo profesional, realizado éste en unión con Cristo Obrero, mediante el testimonio de honradez, profesionalidad, calidad, fe, asumiendo en su parcela de salvación a los parientes, a los compañeros de trabajo y directivos, teniéndolos presentes en la oración, en la Misa, en la Visita eucarística, en los sufrimientos sufrimientos ofrecidos…
     Los miembros de los institutos paulinos, además de esos apostolados, asumen, en lo posible, una actividad apostólica específica en el campo de la comunicación social, según sus posibilidades y su tiempo libre.
     Los medios de comunicación tienen “una capacidad de multiplicar casi al infinito la Palabra salvadora de Dios”. Las formas más variadas y asequibles las ofrece Internet, el “orbe digital”, que está al alcance de los laicos, para favorecer por medio de ellos el encuentro real con Cristo resucitado.
     Los miembros de los Institutos seculares son como fermento en la masa y viven en la perspectiva de la eternidad señalada por Cristo Jesús: “¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo, si al final se pierde a sí mismo?” Ayudar a otros a conseguir la gloriosa vida eterna, es la máximia obra de misericordia, de amor al prójimo: “No hay amor más grande que el de quien entrega su vida por los que ama”.
     A este amor más grande corresponde la felicidad más grande, también en la tierra: “Ustedes que me han seguido, tendrán el ciento por uno aquí en la tierra y luego la gloria eterna”.

 “Oteando el futuro, vio a muchos que pensaban y sentían lo que él sentía” (Beato Santiago Alberione).

Si te sientes en sintonía con esos “muchos”, contacta con


P. Jesús Álvarez, ssp
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Celular: 011 308 63 761