De la homilía del Papa
en la capilla paulina del Vaticano
15 de abril del 2010
.
“Debo decir que nosotros, los cristianos, también en los últimos tiempos, hemos esquivado la palabra penitencia, porque se nos antojaba demasiado dura. Ahora, bajo los ataques del mundo que nos hablan de nuestros pecados, comprendemos que el poder hacer penitencia es una gracia, y vemos cuánto sea necesario hacer penitencia, reconocer lo que está equivocado en nuestra vida. Abrirse al perdón, prepararse para el perdón, dejarse transformar. El dolor de la penitencia, o sea, de la purificación y de la transformación; dolor que es gracia, porque es renovación, y es obra de la Misericordia divina”.
Ante el ensañamiento de las fuerzas adversas contra la Iglesia –en realidad contra los culpables, que son una parte mínima de miembros de la Iglesia-, no debemos impresionarnos demasiado, y menos tirar la toalla.
Primero, porque no son tantos casos como se lanzan al aire bien inflados por los medios de masas que se regodean de hacerlo, porque les renta suculentos ingresos por ventas, como les da ingresos a los abogados que se hacen cargo de las supuestas y sin duda muchas veces inventadas y exageradas causas. Una campaña que renta millones de dólares a sus promotores, que se creen con derecho a tirar, no sólo la primera piedra, sino una nube de piedras, como siempre en casos similares.
Pero no hacen así con los los responsables de los escándalos del hambre, de la corrupción general, de las guerras, del turismo pedofílico a nivel mundial, de la droga, de los millones de abortos diarios (que rentan cantidades astronómicas cada día a sus promotores) de criaturas inocentes que tienen los mismos derechos a vivir que las víctimas abusadas, pero no privadas de la vida.
Ese ensañamiento es una nube de humo para distraer al público de los problemas mucho más graves, además de abultar carteras y cuentas bancarias.
Por otra parte, Jesús dijo bien claro: “Dejen crecer la cizaña sembrada por el enemigo entre el buen trigo, hasta que llegue la hora de la siega”. ¿Por qué rasgar las vestiduras porque aparezca la cizaña? Más bien es necesario y rentable considerar si no somos también nosotros cizaña, cuyo destino fianal podría ser fatal si no nos convertimos y hacemos penitencia.
La postura correcta es la indicada por el Papa: oración y penitencia por nosotros y por los culpables. El airear los pecados ajenos o escandalizarse no lleva a nada, ni disminuye los nuestros. “El que esté sin pecado, procure no caer”. “Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva”, que se salve. Dios tiene poder de transformar la cizaña en trigo bueno.
15 de abril del 2010
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“Debo decir que nosotros, los cristianos, también en los últimos tiempos, hemos esquivado la palabra penitencia, porque se nos antojaba demasiado dura. Ahora, bajo los ataques del mundo que nos hablan de nuestros pecados, comprendemos que el poder hacer penitencia es una gracia, y vemos cuánto sea necesario hacer penitencia, reconocer lo que está equivocado en nuestra vida. Abrirse al perdón, prepararse para el perdón, dejarse transformar. El dolor de la penitencia, o sea, de la purificación y de la transformación; dolor que es gracia, porque es renovación, y es obra de la Misericordia divina”.
Ante el ensañamiento de las fuerzas adversas contra la Iglesia –en realidad contra los culpables, que son una parte mínima de miembros de la Iglesia-, no debemos impresionarnos demasiado, y menos tirar la toalla.
Primero, porque no son tantos casos como se lanzan al aire bien inflados por los medios de masas que se regodean de hacerlo, porque les renta suculentos ingresos por ventas, como les da ingresos a los abogados que se hacen cargo de las supuestas y sin duda muchas veces inventadas y exageradas causas. Una campaña que renta millones de dólares a sus promotores, que se creen con derecho a tirar, no sólo la primera piedra, sino una nube de piedras, como siempre en casos similares.
Pero no hacen así con los los responsables de los escándalos del hambre, de la corrupción general, de las guerras, del turismo pedofílico a nivel mundial, de la droga, de los millones de abortos diarios (que rentan cantidades astronómicas cada día a sus promotores) de criaturas inocentes que tienen los mismos derechos a vivir que las víctimas abusadas, pero no privadas de la vida.
Ese ensañamiento es una nube de humo para distraer al público de los problemas mucho más graves, además de abultar carteras y cuentas bancarias.
Por otra parte, Jesús dijo bien claro: “Dejen crecer la cizaña sembrada por el enemigo entre el buen trigo, hasta que llegue la hora de la siega”. ¿Por qué rasgar las vestiduras porque aparezca la cizaña? Más bien es necesario y rentable considerar si no somos también nosotros cizaña, cuyo destino fianal podría ser fatal si no nos convertimos y hacemos penitencia.
La postura correcta es la indicada por el Papa: oración y penitencia por nosotros y por los culpables. El airear los pecados ajenos o escandalizarse no lleva a nada, ni disminuye los nuestros. “El que esté sin pecado, procure no caer”. “Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva”, que se salve. Dios tiene poder de transformar la cizaña en trigo bueno.
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De esta campaña sufrida, la Iglesia saldrá más purificada, más vigorosa, más valiente, como tantas otras veces, porque su Cabeza, Cristo resucitado, la guía segura a pesar de todos los tropiezos, pecados de sus miembros, y calumnias, que "de todo hay en la viña del Señor".
De esta campaña sufrida, la Iglesia saldrá más purificada, más vigorosa, más valiente, como tantas otras veces, porque su Cabeza, Cristo resucitado, la guía segura a pesar de todos los tropiezos, pecados de sus miembros, y calumnias, que "de todo hay en la viña del Señor".
Y oremos para que gocen de la alegría eterna también las víctimas entristecidas por toda clase de abusos, que son millonariamente más numerosas que las abusadas por eclesiásticos católicos.
P. J.