Santa María Magdalena de Pazzi
25 mayo
Nace en Florencia (Italia) en el año 1556, en una familia muy rica, y la bautizan con el nombre de Catalina. A los 16 años ingresa en la Orden del Carmelo, y en el noviciado toma el nombre de María Magdalena. En el 1584, con 28 años, se siente afectada por una misteriosa enfermedad que no le permite acostarse. Se da a una vida de contemplación y entrega.
A pesar de su escasa cultura, escribe obras de una profunda y alta teología mística, dirige a sus hermanas por el camino de la perfección, a la vez que promueve la renovación de la Iglesia y es consejera de obispos, cardenales y papas. Después de largas enfermedades y experiencias místicas, pasa feliz al paraíso eterno en el año 1607.
Mira cómo vive y escribe
“En verdad eres admirable, oh Verbo, en el Espíritu Santo, al hacer que él te infunda de tal manera en el alma que ésta se una a Dios, penetre en el conocimiento de Dios y no halla gusto en nada fuera de Dios.
Así como cuando dos ríos confluyen, el más pequeño pierde su nombre y toma el del más grande, así actúa también este Espíritu divino cuando viene al alma para hacerse una sola cosa con ella.
Este Espíritu se introduce en el alma con tanta suavidad, que ni se percibe su venida, y son muy pocos los que lo valoran en toda su grandeza.
Con su abundante palabra y su gran silencio, se deja oír de todos; con el ímpetu de su amor, él, que es inmóvil y sumamente móvil, se introduce en todos.
Descansas en aquellos que reciben en sí los efectos del amor del Verbo y se convierten en digna morada para ti.
Ven, Espíritu Santo que, al descender sobre María, hiciste que el Verbo se encarnara, y obra obre en nosotros por la gracia lo que obraste en ella por la gracia y la naturaleza.
Ven y consume en nosotros todo aquello que impide que nosotros seamos consumidos en ti.” (De su Libro de las revelaciones).
A pesar de su escasa cultura, escribe obras de una profunda y alta teología mística, dirige a sus hermanas por el camino de la perfección, a la vez que promueve la renovación de la Iglesia y es consejera de obispos, cardenales y papas. Después de largas enfermedades y experiencias místicas, pasa feliz al paraíso eterno en el año 1607.
Mira cómo vive y escribe
“En verdad eres admirable, oh Verbo, en el Espíritu Santo, al hacer que él te infunda de tal manera en el alma que ésta se una a Dios, penetre en el conocimiento de Dios y no halla gusto en nada fuera de Dios.
Así como cuando dos ríos confluyen, el más pequeño pierde su nombre y toma el del más grande, así actúa también este Espíritu divino cuando viene al alma para hacerse una sola cosa con ella.
Este Espíritu se introduce en el alma con tanta suavidad, que ni se percibe su venida, y son muy pocos los que lo valoran en toda su grandeza.
Con su abundante palabra y su gran silencio, se deja oír de todos; con el ímpetu de su amor, él, que es inmóvil y sumamente móvil, se introduce en todos.
Descansas en aquellos que reciben en sí los efectos del amor del Verbo y se convierten en digna morada para ti.
Ven, Espíritu Santo que, al descender sobre María, hiciste que el Verbo se encarnara, y obra obre en nosotros por la gracia lo que obraste en ella por la gracia y la naturaleza.
Ven y consume en nosotros todo aquello que impide que nosotros seamos consumidos en ti.” (De su Libro de las revelaciones).
P.J.A.
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