Ángel de la Guarda
2 de octubre
Nuestra vida humana está poblada de presencias misteriosas y celestiales, ya que el mundo está sumergido en el cielo donde habita la Trinidad con todos los moradores del paraíso.
Los ángeles están donde está Dios, y Jesús, que es Dios, nos aseguró: “Estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”. Y él “ha dado órdenes a sus ángeles para que nos guarden en nuestros caminos”. Órdenes que ellos cumplen con inmenso amor hacia cada uno de nosotros.
Desde nuestra concepción hasta la hora de pasar a la vida eterna, estamos acompañados por nuestros ángeles custodios, y con ellos hemos de participar de la felicísima herencia eterna, que Dios tiene preparada para quienes lo aman a él amando al prójimo.
Dios, por medio de los ángeles custodios, nos ha librado, nos libra y nos librará de peligros y males sin que nos demos cuenta ni se lo pidamos. Seamos agradecidos a Dios y a los ángeles, viviendo con rectitud y fe en su presencia permanente, conversando con ellos y pidiéndole su ayuda.
Ante Dios Padre y ante nuestro ángel, somo como niños, y Jesús nos dice: "Quien se haga pequeño como un niño, será el más grande en el reino de los cielos".
Ante Dios Padre y ante nuestro ángel, somo como niños, y Jesús nos dice: "Quien se haga pequeño como un niño, será el más grande en el reino de los cielos".
Ángeles de la gloria y del servicio,
que vivís junto a la fuente de la vida,
la santidad de Dios es vuestra estancia
y su divina faz es vuestra dicha.
Ángeles invisibles y callados,
vuestra gracia supera fantasía;
sois gozo de la excelsa Trinidad
y ayuda de la Iglesia peregrina.
¡Oh espíritus inmortales!,
tenéis por reina a María,
sois su vital letanía,
su enamorada legión.
Por vuestro medio nos llegan
dones y gracias del cielo,
la fe, la luz, el consuelo,
la paz y la inspiración.
P.J.