Lo mejor no cuenta ni lo cuentan
Autor: P. Guillermo Marcó
En general, los números cuentan en el ambiente periodístico para mensurar una noticia. Por caso, en el plano de la información política, el éxito o el fracaso de una concentración se mide en números. Pero, a veces, la cantidad de participantes no es tan importante y, sin embargo, tiene gran repercusión mediática. Por ejemplo, cien mujeres se juntaron hace poco en una marcha a favor del aborto y terminaron apareciendo en la primera plana de los diarios. Los jóvenes que en las últimas semanas tomaron colegios en la Capital Federal sumaron, a lo sumo, 200. No obstante, estuvieron en todos los programas políticos de televisión y acapararon la atención de las radios y los diarios. Como contrapartida, 300.000 estudiantes de la escuela media no participaron de las tomas, ni las compartieron.
Veamos en al plano religioso. El 15 de septiembre estuve en Salta asistiendo a la fiesta del Señor y la Virgen del Milagro. ¿Sabe cuánta gente participó de la procesión?: 800.000 personas. Por lo que sé, en los medios nacionales no salió prácticamente nada. El primero de octubre 1.500.000 jóvenes peregrinaron a Luján. Llegaron muertos de cansancio después de caminar 70 km, pero contentos.
Fueron cantando y rezando en paz, sin pelearse. Pero por su buen comportamiento no fueron noticia. Si se hubiesen matado a golpes o hubieran destrozado una imagen de la Virgen, habrían sido noticia. Es que los jóvenes suelen serlo sólo cuando son víctimas de una tragedia o hacen desmanes o delinquen por la droga o, en fin, porque no trabajan ni estudian. Ahora bien, me pregunto y le pregunto, amigo lector: ¿Por qué los medios tienen ese vicio de que solo "lo malo" es noticia? ¿No será un vicio de los adultos mirar la realidad tan torcida? De hecho, cuando las tribus urbanas se pelean están en el centro de la escena, en buena medida por la curiosidad de los adultos. Sin embargo, quisiera que en esta columna los jóvenes sean noticia por su fe.
Por lo demás, a pesar de los escándalos en la Iglesia (que existen, pero no son su única realidad), sobre los cuales a los periodistas les gusta insistir, y de que se martilla todo el tiempo en que los católicos somos cada vez menos, lamento informar que, si los números cuentan, cada vez somos más. Las peregrinaciones son, en ese sentido, un indicador fenomenal porque son netamente católicas. Ningún evangélico peregrina hacia un santuario mariano. Si todo lo que dicen sobre nosotros los medios fuese cierto -lo único cierto-, la peregrinación debería reunir a 100 personas. Y serían personas ancianas a punto de morir y demasiado resignadas como para no abandonar su práctica religiosa. ¿Cómo se explica que sin una campaña publicitaria, sin un atrayente recital de por medio, tantos jóvenes se junten a cantar y rezar? Basta meterse en medio de la caminata para comprobarlo.
A algunos periodistas les gusta recalcar que muchos cantan y rezan, pero no siguen todos los preceptos de la Iglesia. A ellos les digo que los jóvenes saben que la fe es un camino. Eso en la marcha se aprende de modo vivencial. Es Dios el que siembra, sostiene y acompaña. Si se tiene fe, lo demás se incorpora con el tiempo. Desde la fe, paulatinamente se comprenden cosas de la Iglesia que no se entienden cuando se las mira desde afuera. Tener fe y caridad es lo más importante.
Sería productivo para la sociedad que esta realidad silenciosa se mostrara. Por mi parte, quiero expresar mi gratitud a todos esos jóvenes de fe, que rezan y cantan. Y que, llenos de ideales, quieren construir un mundo mejor.