De la Hostia vino una luz especial.
26 noviembre
26 noviembre
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De la autobiografía del bto. Santiago Alberione “Las abundantes riquezas”
La noche que dividió el siglo pasado del corriente [el siglo XIX del siglo XX] fue decisiva para la misión específica y el espíritu particular con que habría de nacer y vivir su futuro apostolado. Después de la misa solemne de medianoche en la catedral (de Alba), se hizo la adoración solemne y prolongada ante el Santísimo expuesto.
Había leído la invitación de León XIII a rezar por el siglo que empezaba. El Papa hablaba de las necesidades de la Iglesia, de los nuevos medios del mal, del deber de oponer prensa a prensa, organización a organización, de la necesidad de hacer penetrar el Evangelio en las masas, de las cuestiones sociales.
De la Hostia vino una luz especial: mayor comprensión de la invitación de Jesús: “Vengan a mí, todos”; le pareció comprender el corazón del gran Papa, las invitaciones de la Iglesia, la verdadera misión del sacerdote. Se sintió profundamente obligado a prepararse para hacer algo por el Señor y por los hombres del nuevo siglo, con quienes habría de vivir.
Tuvo una sensación bastante clara de su propia nulidad, y al mismo tiempo oyó: ”Yo estoy con ustedes... hasta el fin del mundo en la Eucaristía"; y que en Jesús- Hostia se podía tener luz, alimento, consuelo y victoria sobre el mal.
Vagando con la mente en el futuro, le parecía que en el nuevo siglo personas generosas sentirían cuanto él sentía. Ya había recibido confidencias de compañeros seminaristas: él con ellos, ellos con él, nutriéndose todos del sagrario.
La oración duró cuatro horas, después de la misa solemne [pidiendo]: que el siglo naciera en Cristo-Eucaristía; que nuevos apóstoles sanearan las leyes, la escuela, la literatura, la prensa, las costumbres; que la Iglesia tuviera un nuevo empuje misionero; que se usaran bien los nuevos medios de apostolado; que la sociedad acogiese las grandes enseñanzas de las encíclicas de León XIII, especialmente las referidas a las cuestiones sociales y a la libertad de la Iglesia.
La Eucaristía, el Evangelio, el Papa, el nuevo siglo, los nuevos medios, la necesidad de un nuevo escuadrón de apóstoles se le clavaron de tal modo en la mente y en el corazón, que luego dominaron siempre sus pensamientos, oración, trabajo interior y aspiraciones. Se sintió obligado a servir a la Iglesia, a los hombres del nuevo siglo y a trabajar con otros en organización.