Hermanos: Antes, ustedes eran tinieblas, pero ahora son luz en el Señor. Vivan como hijos de la luz. Ahora bien, el fruto de la luz es la bondad, la justicia y la verdad. Sepan discernir lo que agrada al Señor, y no participen de las obras estériles de las tinieblas; al contrario, pónganlas en evidencia. Es verdad que resulta vergonzoso aun mencionar las cosas que esa gente hace ocultamente. Pero cuando se las pone de manifiesto, aparecen iluminadas por la luz, porque todo lo que se pone de manifiesto es luz. Por eso se dice: «Despiértate, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y Cristo te iluminará».
Las tinieblas son el pecado, tanto original como personal y social. Pero la luz de Cristo en persona es capaz de eliminar el pecado e iluminar la vida, la mente, el corazón. La unión efectiva y afectiva con Cristo nos enciende en su luz y nos hace verdaderos cristianos y a la vez nos convierte en luz para los demás.
¿Cómo saber si somos o no verdaderos cristianos y luz de Cristo para los demás? Si estamos unidos a Cristo. Por los frutos de la luz nos conoceremos: la bondad, la justicia, la verdad, el amor a Dios y al prójimo, y por la capacidad real de discernir entre lo que agrada a Dios y las obras inútiles de las tinieblas del pecado.
Es necesario sacudirnos y despertarnos del posible sueño tenebroso que nos oculta las acciones, actitudes, deseos, relaciones que nos ponen en una peligrosa y vergonzosa vida de tinieblas.
Solamente la unión con Cristo resucitado nos hace hijos de la luz, y a la vez nos hace luz que refleja a Cristo para los demás.
P. Jesús Álvarez, ssp