HERMANA MUERTE, CAMINO DE ESPERANZA





Que a su llegada,

¡yo pueda encontrarte, Cristo vivo!

Pienso: si muero en la carretera, contra un árbol,
así de repente, lanzado en el vacío
sobre el asfalto húmedo, oleoso
y encontrarme contigo inesperado.

O en un terremoto, aplastado
por una viga, una pared enloquecida,
o qué sé yo, en el corazón de la noche;
o alcanzado por una bala perdida,
mientras deambulo por el parque;
o asesinado en la ciudad turbulenta
por algún ratero especialista en carteras,
(casi siempre vacías o con muy poco).

Quizás en el lecho de un hospital,
oliendo a cloroformo, luego de una larga
y exitosa (!) operación... O en pleno vuelo,
aterrizando fuera de la pista establecida,
o en la montaña, o en campo abierto
o quizás en el mar...Tal vez durmiendo
dulcemente, en un amanecer dilatado al infinito. Yo no lo sé,
pero lo pienso casi obsesivamente…

¿Será que mi miedo a la muerte refleja mis miedos a la vida?
Tampoco lo sé; ni me importa mucho el cuándo, el cómo el dónde:
pero eso sí lo suplico: que a su llegada,
yo pueda encontrarte, Cristo vivo.(bs)

Para la reflexión.- “La muerte nos afecta a cada uno de nosotros, afecta al hombre de todo tiempo y de todo lugar. Y ante este misterio todos, incluso inconscientemente, buscamos algo que nos invite a esperar, una señal que nos dé consuelo, que se abra algún horizonte, que ofrezca aún un futuro. El camino de la muerte, en realidad, es un camino de esperanza…marcado por la esperanza de eternidad”
(Benedicto XVI.

P.Benito Spoletini, Encuentros 2. n. 22: noviembre 22-2011