¿TE ESCANDALIZAS DE JESÚS?




Domingo 3° Adviento-A



11-12-2010




Juan, que estaba en la cárcel, oyó hablar de las obras de Cristo, por lo que envió a sus discípulos a preguntarle: "¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?" Jesús les contestó: "Vayan y cuéntenle a Juan lo que ustedes están viendo y oyendo: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, y una Buena Nueva llega a los pobres. ¡Y dichoso quien no se escandalice de mí!" Mt 11,2-11.

Juan Bautista ya había indicado a sus discípulos que Jesús era el Mesías, el Salvador. Y ahora, desde la cárcel, envía mensajeros a Jesús para preguntarle: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?” Jesús les responde que se que se fijen en lo que están viendo: está verificando lo anunciado por los profetas sobre el Mesías, y que por tanto no hay que esperar a otro: han llegado los tiempos mesiánicos, los tiempos de Cristo salvador.

Jesús añade: “Dichoso quien no se escandalice de mí”. Es decir: feliz quien, al encontrarlo u oír hablar de é, no se sienta decepcionado, por esperar de él otra cosa: un reino temporal al estilo de los demás reinos: con palacios, policía, ministros, poder económico, ejército, privilegios…

De este escándalo no se libraron ni siquiera sus discípulos de Jesús, que en la pasión lo abandonaron, dándolo por fracasado definitivamente en su misión de librar al pueblo del poder de Roma.

Muchos se escandalizaron en todo tiempo y se escandalizan hoy, y por eso buscan “otros salvadores” que propongan un camino más fácil, sin cruz: políticos, ídolos, artistas, poderosos, bienes, dinero, placer, otros líderes religiosos...

Pero sólo Jesús es el único Salvador, el único que puede darnos lo que buscamos: paz, alegría de vivir y felicidad eterna. “Quien no está conmigo, está contra mí”, declara Jesús. Verifiquemos si estamos con él o con otros líderes, o ponemos toda nuestra felicidad en lo temporal.

Del escándalo de la cruz habla san Pablo: “Nosotros predicamos a un Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los paganos” La cruz abrazada y ofrecida es el único el camino posible hacia la resurrección y la gloria, camino que nos abrió el mismo Hijo de Dios. Sería fatal equivocarse de camino…

¿Nos escandalizamos también nosotros, negándonos a acoger y ofrecer nuestras cruces asociándolas a la de Cristo, por la propia salvación, la salvación de los nuestros y la del mundo? ¿Pretendemos neciamente llegar a la resurrección y a la gloria eterna saltándonos la cruz, o renegando, culpando Dios porque la permite? Sólo abrazándola y ofreciéndola se alivia, nos da paz y la felicidad eterna.

Jesús presenta a Juan Bautista como un hombre modelo, íntegro e inflexible ante el mal. Esto le mereció la decapitación. También en eso fue precursor de Jesús, crucificado a causa de su integridad y su rechazo del mal. ¿Hemos sufrido alguna vez por hacer el bien?

“No te prometo felicidad en la tierra, sino en el cielo”, dijo la Virgen María a Bernardita en Lourdes. Y a los videntes de Fátima, les anunció lo mismo.

Superemos el miedo a la cruz y a la muerte, pensando más bien en la resurrección y en el gozo eterno que Jesús nos mereció. Él nos ayuda a sobrellevar con paz y esperanza nuestras cruces. “Los padecimientos de este mundo no tienen comparación alguna con la gloria y el gozo eterno que nos espera”, asegura san Pablo.


p.j.