LOS MUERTOS RESUCITAN




Por la FE
y la COMPASIÓN a la RESURRECCIÓN

Domingo 13º del tiempo ordinario-B / 01-07-2012


TEXTOS BÍBLICOS
Mc 5, 21-43

En aquel tiempo Jesús atravesó el lago, y al volver a la otra orilla, una gran muchedumbre se juntó en la playa en torno a él.  En eso llegó un oficial de la sinagoga, llamado Jairo, y al ver a Jesús, se postró a sus pies  suplicándole: “Mi hija está agonizando; ven e impón tus manos sobre ella para que se mejore y siga viviendo”. Jesús se fue con Jairo; caminaban en medio de un gran gentío, que lo oprimía. De pronto llegaron algunos de la casa del oficial de la sinagoga para informarle: “Tu hija ha muerto. ¿Para qué molestar ya al Maestro? Jesús se hizo el desentendido y dijo al oficial: “No temas, solamente ten fe”. Pero no dejó que lo acompañaran más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Cuando llegaron a la casa del oficial, Jesús vio un gran alboroto: unos lloraban y otros gritaban. Jesús entró y les dijo: “¿Por qué este alboroto y tanto llanto? La niña no está muerta, sino dormida”. Y se burlaban de él. Pero Jesús los hizo salir a todos, tomó consigo al padre, a la madre y a los que venían con él, y entró donde estaba la niña. Tomándola de la mano, dijo a la niña: “Talitá, kum”, que quiere decir:Niña, yo te lo mando, ¡levántate!.” La jovencita se levantó al instante y empezó a caminar (tenía doce años). Jesús les pidió que dieran algo de comer  a la niña.


Sab 1, 13-15; 2, 23-24

Dios no ha hecho la muerte ni se complace en la perdición de los vivientes. Él ha creado todas las cosas para que subsistan; las criaturas del mundo son saludables, no hay en ellas ningún veneno mortal y la muerte no ejerce su dominio sobre la tierra. Porque la justicia es inmortal. Dios creó al hombre para que fuera incorruptible y lo hizo a imagen de su propia naturaleza, pero por la envidia del demonio entró la muerte en el mundo, y los que pertenecen a él, tienen que padecerla.


2Cor 8, 7. 9. 13-15

Hermanos: Ya que ustedes se distinguen en todo: en fe, en elocuencia, en ciencia, en toda clase de solicitud por los demás, y en el amor que nosotros les hemos comunicado, espero que también se distingan en generosidad. Ya conocen la generosidad de nuestro Señor Jesucristo que, siendo rico, se hizo pobre por nosotros, a fin de enriquecernos con su pobreza.











COMENTARIOS


(Se resaltan algunos textos para quienes tienen el tiempo escaso, pues leyendo sólo ésos, puede captar la esencia del mensaje).

Marcos 5, 21-43

Jairo está feliz porque recupera viva a su hijita. Mas uno puede preguntarse: ¿qué supone la resurrección de una sola niña, de un niño, de un adulto, frente a los millones de niños, jóvenes, adultos y ancianos que cada día mueren o son eliminados sin compasión alguna?

Con esas resurrecciones, el Salvador quiere preanunciar lo que hará a través de los tiempos: que resucitará  cada día una multitud incontable para la vida eterna. Vale la pena vivir de manera que al final Él nos acoja también a nosotros entre sus resucitados.

La muerte no es el final de vida, sino el principio de la vida sin final. La muerte física no elimina a la persona, sino que, al despojarse ésta del cuerpo material, atraviesa la muerte. Entonces, como dice san Pablo: Jesús “transformará nuestro pobre cuerpo mortal en un cuerpo glorioso como el suyo”.

La muerte no es una desgracia sin remedio, sino la puerta de la máxima felicidad: la resurrección y la vida eterna para quienes pasan la vida haciendo el bien.

El mismo Apóstol expresa su fe: “Para mí es con mucho lo mejor morirme para estar con Cristo”. “Para mí la vida es Cristo y una ganancia el morir”. “Pongan su corazón en los bienes del cielo, donde está Cristo”.

Es muy triste pensar con miedo en la muerte sin pensar con esperanza en la resurrección, pues se vivirá como esclavos de la muerte, en lugar de vivir en la libre alegría pascual del esfuerzo para estar unidos a Cristo y pasar por la vida haciendo el bien, hacia la resurrección mediante la muerte.

Creámosle, pues, a nuestro Salvador: "Yo soy la resurrección y la vida. Quien cree en mí, aunque haya muerto, vivirá". Vivamos esta fe con feliz coherencia y esperanza..


Sabiduría 1, 13-15; 2, 23-24

Es injusto, si no blasfemo, culpar a Dios del sufrimiento y de la muerte, siendo, como es, el Creador de la vida y de la felicidad en el tiempo y sin fin en la eternidad. Dios pone ante el hombre el bien y el mal, la vida y la muerte. Pero cuando el hombre elige el mal y la muerte, Dios pone a su alcance la resurrección y la vida eterna, si vuelve a Dios, como el hijo pródigo.

El dominio y el poder absoluto sobre la creación y sobre el hombre, lo tiene Cristo resucitado, Rey del universo y de la historia, vencedor del sufrimiento y de la muerte.

Pero existe la “muerte segunda” que se cierne sobre quienes colaboran con las fuerzas del mal, excluyéndose así de la felicidad y deleites eternos, cambiándolos por su cielo en la tierra, quizá a costa de hacerles aquí el infierno a los otros.

Hay que “entrar por la puerta estrecha que conduce a la gloria” y ayudar a otros muchos a entrar por ella, porque “muchos toman el camino ancho que lleva a la perdición”.


2Corintios 8, 7. 9. 13-15

Todo lo hemos recibido de Dios para compartir con el necesitado, hijo de Dios como nosotros, y así Él nos los conserve, aumente y nos los multiplique sin medida en el Paraíso. Quien no da de lo recibido, no merece recibir. “Den y se les dará”.

“Que la abundancia de ustedes supla la necesidad de ellos, para que un día la abundancia de ellos supla la necesidad de ustedes”.

La limosna tiene sentido teologal y salvífico: quien la practica, alcanza al mismo Cristo: “Todo lo que hagan a uno de éstos, a mí me lo hacen”, y se ganan la propia salvación: “La limosna cubre una multitud de pecados”.

El Pobre de Nazaret, siendo rico se entregó a sí mismo hasta la pobreza extrema de Belén y del Calvario, y con su pobreza nos ganó las inmensas riquezas eternas.  Ahí reside nuestra real sabiduría.       
                       
P. Jesús Álvarez, ssp


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