DIOS, MISTERIO de VIDA, AMOR y
FELICIDAD en FAMILIA
Fiesta de la Santísima Trinidad.
C/ 26-05-2013
Dijo
Jesús a sus discípulos: “Aún tengo muchas cosas que
decirles, pero es demasiado para ustedes por ahora. Y cuando venga él, el
Espíritu de la Verdad ,
los guiará en todos los caminos de la verdad. Él no viene con un mensaje
propio, sino que les dirá lo que escuchó y les anunciará lo que ha de venir. Él
tomará de lo mío para revelárselo a ustedes, y yo seré glorificado por él. Todo
lo que tiene el Padre es mío. Por eso les he dicho que tomará de lo mío para
revelárselo a ustedes." (Jn 16,12-15).
Como a los discípulos, también
a nosotros nos falta mucho para conocer a Dios y para vivir el misterio de la Santísima
Trinidad, nuestra felicísima Familia de origen y destino. Todos los teólogos, santos y
ángeles juntos no sabrían explicarnos lo que es y cómo es nuestro Dios Amor Trinitario.
Lo más importante no es saber cómo son tres en uno
y uno en tres, pues el sol también es a la vez uno y tres: fuego, luz y calor;
también nuestro planeta es a la vez tierra, aire y agua. y muchas otras
“trinidades” de la creación demuestran que la Trinidad no constituye un
absurdo.
Por otra parte, hay realidades que, aplicadas la
Trinidad, nos permiten acercarnos algo ese glorioso misterio: Dios es vida, amor, belleza,
sabiduría, poder, paz, relación, misericordia, ternura y felicidad, todo al
infinito y en Familia, constituida por el Padre, Hijo y Espíritu Santo. Tres personas distintas tan unidas, que son un solo
Dios.
Para nosotros lo decisivo está en el hecho de que
la Santísima Trinidad es nuestra felicísima Familia de origen y destino. El
éxito total de la vida consistirá en alcanzar ese nuestro hogar eterno.
Poco importa que no podamos comprender el misterio
de la Trinidad, pues sí que podemos, por gracia de Dios, amar, adorar, gozar, relacionarnos
ya en la tierra con cada una de las tres divinas Personas de la Trinidad , para luego
gozarlas por toda la eternidad.
La Trinidad en pleno se abaja y se digna habitar en
nosotros como en su templo preferido, y se merece toda nuestra acogida amorosa
e incondicional.
Perder a nuestra Familia eterna, sería el fracaso
total e irremediable para siempre. Que Dios no lo permita y nosotros trabajemos
y vivamos de tal manera que lo alcancemos gracias a la muerte y resurrección de
Jesús.
En el paraíso de nuestra Familia Trinitaria se
gozan siempre nuevos cielos y deleites, alegrías, maravillas y bellezas interminables.
El ansia de placer se sacia y se acrecienta sin fin. Todos los placeres de este
mundo son nada y como un trsite instante en comparación con aquéllos.
Jesús nos indicó bien claro cómo nos hacemos
miembros de la felicísima Familia Trinitaria y la alcanzamos: “Éstos son mi madre y mis hermanos: los que escuchan la
Palabra de Dios y la ponen en práctica” (Mc 3, 33-35). “Quien quiera salvar su vida, la perderá; y
quien pierda la vida por mí, la salvará” (Mt 16, 25).
Mientras que fuera de “nuestro” paraíso, lejos de
Dios, desgarran siempre nuevos e insoportables sufrimientos, que tampoco tienen
comparación con los de esta vida.
Más vale temer el infierno que caer en él por haber
creído que no existía, pues no deja de existir por no creer en él, sino que por
no creer en él se termina en él. ¡Inmensa desgracia irremediable para siempre
jamás!
Mientras que, a quien ama a Dios y al prójimo, Él
le dará –no obstante las cruces- el ciento por uno aquí en la tierra en bienes, personas y gozos, y
se los multiplicará al infinito para siempre en el hogar festivo de la Familia Trinitaria. (Cfr. Mt 19, 29).
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