Alégrense porque sus nombres están escritos en el cielo


Domingo 14º durante el año- 7-7-2013


Después de esto, el Señor eligió a otros setenta y dos discípulos y los envió de dos en dos delante de él, a todas las ciudades y lugares adonde debía ir. Les dijo: “La cosecha es abundante, pero los obreros son pocos. Rueguen, pues, al dueño de la cosecha que envíe obreros a su cosecha. Vayan, pero sepan que los envío como corderos en medio de lobos… Cuando entren en una ciudad y sean bien recibidos, coman lo que les sirvan, sanen a los enfermos y digan a su gente: ‘El Reino de Dios ha venido a ustedes’. Pero si entran en una ciudad y no quieren recibirles, vayan a sus plazas y digan: ‘Nos sacudimos y les dejamos hasta el polvo de su ciudad que se ha pegado a nuestros pies. Con todo, sépanlo bien: el Reino de Dios ha venido a ustedes’. Yo les aseguro que, en el día del juicio, Sodoma será tratada con menos rigor que esa ciudad. Los setenta y dos discípulos volvieron muy contentos, diciendo: "Señor, hasta los demonios nos obedecen al invocar tu nombre." Jesús les dijo: "Alégrense, no porque los demonios se someten a ustedes, sino más bien porque sus nombres están escritos en los cielos." (Lc 10,1-12.17-20).
Comentario
Los discípulos acompañan a Jesús hacia Jerusalén, donde será ajusticiado. Para ellos la muerte del Maestro es el fracaso total; para Jesús es el triunfo glorioso y definitivo de la resurrección. Pero irán asimilando poco a poco las exigencias del seguimiento de Jesús: renuncia a los intereses egoístas, e incluso a la presencia física del Maestro.
Los setenta y dos discípulos enviados - 72: símbolo de las naciones paganas - no eran del grupo de los apóstoles; sino que eran como los cristianos laicos de hoy. Clero y laicos estamos llamados a anunciar el reino de Jesús y colaborar en la salvación de la humanidad. Cada cual según sus posibilidades reales.
Ningún cristiano está dispensado de evangelizar, como dice san Pablo: “¡Ay de mí si no evangelizo!(1Cor 19, 16). Si los que no escuchan a los evangelizadores serán tratados con mayor rigor que Sodoma, cuánto más los evangelizadores que no escuchan a Cristo. Es para estremecerse y asumir decididamente la preocupación gozosa de evangelizar con todos los medios y modos al nuestro alcance.
Y esos medios principales son: la vida interior de unión con Cristo, la oración intensa, el testimonio, el sufrimiento ofrecido, la palabra, las obras, que consti-tuyen la misión que debe ser la preocupación fundamental de cada cristiano y de toda comunidad eclesial. Quien se decide por Cristo (por ser cristiano), no puede menos de anunciarlo, sea como sea. Quien no lo anuncia, demuestra que no es cristiano.
La mies resulta cada vez más abundante y los obreros cada más insuficientes. Por eso es urgente que toda comunidad cristiana tome conciencia de su vocación a la misión evangelizadora y de su sacerdocio bautismal y lo ejerza; a la vez que promueve, por todos los medios, las vocaciones totalmente consagradas a la evangelización.
No podemos ignoraar que una buena mayoría de los bautizados no han sido evangelizados o se han alejado de su madre la Iglesia. Y son más todavía los no bautizados que tienen también derecho a ser evangelizados y salvados.
El premio de la evangelización no son las obras ni los éxitos, sino la salvación y la vida eterna: “Alégrense porque sus nombres están escritos en el cielo”. (Lc 10, 20).
 P. JesúsÁlvarez, ssp

 -+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-