Esta fiesta se celebraba al principio con el nombre de los “Siete Dolores de María”: la profecía de Simeón, la persecución y huida a Egipto, la pérdida de Jesús en el templo, el camino del Calvario, la crucifixión, el descenso de la cruz y la sepultura de Jesús. En 1913 Pío X establece la fiesta en el día 15 de septiembre, cambiándole la denominación por “Nuestra Señora de los Dolores”. Los principales promotores de esta devoción son los benedictinos, los cistercienses y los servitas.
La Virgen María, con su “Hágase en mí según tu palabra”, acepta todas las consecuencias gozosas y dolorosas de su misión como Madre del Redentor. Santa Isabel le profetiza felicidad: “Feliz tú, por haber creído”. Y Simeón le profetiza sufrimiento: “Una espada te atravesará el alma”.
María participa durante toda su vida en la obra de nuestra redención protagonizada por su Hijo, hasta la pasión y muerte de Jesús en la cruz, para compartir también con Jesús el premio de la resurrección y la gloria eterna mediante la Asunción. Por eso María, que Jesús nos dio como madre desde la cruz, se merece nuestra admiración, todo nuestro amor y gratitud.
María es más mdre nuestra que nuestra madre carnal, porque la vida temporal que ésta nos transmitió se hace eterna por la maternidad de María, Madre de Jesús, nuestra Vida.
María nos invita a compartir con Cristo y con ella la redención del mundo, nuestra propia redención y la de los nuestros. "Alégrense de compartir los sufrimientos de Cristo. Así, cuando se manifieste su gloria, también ustedes desbordarán de gozo y de alegría" (1Pe 4, 13).
"Cuando llegue mi muerte, yo te pido, oh Cristo, por tu Madre, alcanzar la victoria eterna". (Secuencia Stabat Mater).
La Virgen María, con su “Hágase en mí según tu palabra”, acepta todas las consecuencias gozosas y dolorosas de su misión como Madre del Redentor. Santa Isabel le profetiza felicidad: “Feliz tú, por haber creído”. Y Simeón le profetiza sufrimiento: “Una espada te atravesará el alma”.
María participa durante toda su vida en la obra de nuestra redención protagonizada por su Hijo, hasta la pasión y muerte de Jesús en la cruz, para compartir también con Jesús el premio de la resurrección y la gloria eterna mediante la Asunción. Por eso María, que Jesús nos dio como madre desde la cruz, se merece nuestra admiración, todo nuestro amor y gratitud.
María es más mdre nuestra que nuestra madre carnal, porque la vida temporal que ésta nos transmitió se hace eterna por la maternidad de María, Madre de Jesús, nuestra Vida.
María nos invita a compartir con Cristo y con ella la redención del mundo, nuestra propia redención y la de los nuestros. "Alégrense de compartir los sufrimientos de Cristo. Así, cuando se manifieste su gloria, también ustedes desbordarán de gozo y de alegría" (1Pe 4, 13).
"Cuando llegue mi muerte, yo te pido, oh Cristo, por tu Madre, alcanzar la victoria eterna". (Secuencia Stabat Mater).