La fiesta de san Jerónimo cierra el mes de la Biblia, de la que fue gran amante, estudioso, traductor y divulgador.
Jerónimo nace en Estridón (Dalmacia), el año 332, en una familia acomodada. De joven viaja a Roma para su formación académica. Dicen de él: “Nadie lo aventaja en el arte de escribir”. Su hobby es viajar. De Tréveris (Alemania) pasa a Aquilea (Italia); luego a Grecia y Asia Menor. Es ordenado sacerdote en Antioquía (Turquía), y de aquí se retira al desierto de Calcis, donde vive en austeridad, ayuno, contemplación y penitencia. Estudia hebreo con la ayuda de un monje convertido del judaísmo. Viaja a Roma, y el papa san Dámaso lo nombra secretario personal y le encarga la traducción de la Biblia al latín (la Vulgata). Él forma los primeros grupos bíblicos. Fallecido el papa Dámaso, parte para Tierra Santa, con algunas damas de sus círculos bíblicos, y se establece en Belén, donde funda un monasterio que rige como abad. Lleva a cabo una inmensa y profunda obra de exégesis o interpretación de la Biblia. Es suya la frase: “El desconocimiento de la Biblia es desconocimiento de Dios”. Agotado por el trabajo y la austeridad, pasa al gozo de su Señor en el 420, a los 88 años.
San Jerónimo encontró la luz, el sentido y la felicidad de su vida en la Biblia. Y hoy muchos vuelven a buscar en la Palabra de Dios la felicidad que es imposible encontrar en ninguna realidad mundana.
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Pero esa felicidad se encuentra en la Biblia sólo cuando en ella buscamos y encontramos al mismo Cristo resucitado, Palabra de Dios, que nos habla en primera persona. Para ello es necesario partir del deseo de encontrarse con él, y a tal fin puede servirnos el sencillo método camino, verdad y vida.
Verdad. Descubrir la verdad que nos enseña un pasaje o página de la Biblia, lo que quiso decir el escritor sagrado.
Camino. Considerar qué nos dice y nos pide hoy a nosotros esa Palabra, cómo nos anima, nos da paz, nos cuestiona, ilumina nuestra vida, acciones y relaciones, y cómo nos indica el camino de la salvación.
Vida. Orar, suplicar a Dios la fuerza para llevar a la práctica la Palabra escuchada, a fin de que sea en verdad fuente de felicidad en el tiempo y para la eternidad, ya que ése el fin de la Biblia.
Este encuentro con Cristo en la Biblia nos facilitará el encuentro con él en la Eucaristía y en el prójimo, las otras dos realidades privilegiadas de su presencia divina entre nosotros.
Así Cristo resucitado se hace hoy para nosotros Verdad en la Biblia, Vida en la Eucaristía y Camino en el prójimo.
P. Jesús Álvarez, ssp