El corazón divino de Jesús es un abismo de todos los bienes en el que todos los pobres necesitan sumergir sus indigencias: es un abismo de gozo, en el que hay que sumergir todas nuestras tristezas; es un abismo de humildad contra nuestra ineptitud; es un abismo de misericordia para los desdichados, y es un abismo de amor, en el que debe ser sumergida toda nuestra indigencia.
¿Qué no aprovechan en la oración? Bastará con ofrecer a Dios las plegarias que el Salvador profiere en lugar nuestro en el sacramento del altar, la santa misa, ofreciendo su fervor en reparación de nuestra tibieza; y, cuando se disponen a realizar alguna cosa, oren así: “Dios mío, hago o sufro tal cosa en el corazón de tu Hijo y según sus santos designios; y te lo ofrezco en reparación de todo lo malo o imperfecto que hay en mis obras”.
Y siempre que les suceda algo penoso, aflictivo, injurioso, díganse a ustedes mismos: “Acepta lo que permite el sagrado corazón de Jesucristo para unirte a él”.
(Santa Margarita Mª. Alacoque)
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