6 de febrero
Santos Pablo Miki
y compañeros, mártires
San Francisco Javier, al salir de Japón camino hacia la India en 1551, dejaba más de 2.000 japoneses bautizados, y 30 años después eran más de 150.000. El emperador Taickoama ordenó una cruel persecución contra los cristianos, pues aquella religión extranjera tenía una gran influencia en el pueblo.
Fueron capturados 26 entre jesuitas -los religiosos más numerosos en el país, destacándose entre ellos Pablo Miki, el primer sacerdote jesuita japonés-, franciscanos y seglares, incluidos un niño de 13 años y otro de 11.
El emperador, para atemorizar a todos los cristianos, paseó a los prisioneros por varias ciudades, cargados de cadenas y sometidos a terribles suplicios, camino hacia el cerro de Nagasaki, donde los esperaban 26 cruces.
Fueron crucificados uno por uno, pero en lugar de lloros, gritos o lamentos, se pusieron a cantar alabanzas a Dios, orar en voz alta, invocar los nombres de Jesús y María, animarse mutuamente, y sus rostros brillaban de alegría por la esperanza de la resurrección y la gloria eterna.
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y compañeros, mártires
San Francisco Javier, al salir de Japón camino hacia la India en 1551, dejaba más de 2.000 japoneses bautizados, y 30 años después eran más de 150.000. El emperador Taickoama ordenó una cruel persecución contra los cristianos, pues aquella religión extranjera tenía una gran influencia en el pueblo.
Fueron capturados 26 entre jesuitas -los religiosos más numerosos en el país, destacándose entre ellos Pablo Miki, el primer sacerdote jesuita japonés-, franciscanos y seglares, incluidos un niño de 13 años y otro de 11.
El emperador, para atemorizar a todos los cristianos, paseó a los prisioneros por varias ciudades, cargados de cadenas y sometidos a terribles suplicios, camino hacia el cerro de Nagasaki, donde los esperaban 26 cruces.
Fueron crucificados uno por uno, pero en lugar de lloros, gritos o lamentos, se pusieron a cantar alabanzas a Dios, orar en voz alta, invocar los nombres de Jesús y María, animarse mutuamente, y sus rostros brillaban de alegría por la esperanza de la resurrección y la gloria eterna.
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Desde la cruz, Pablo Miki, con voz clara y potente, dijo a la multitud presente: “Les declaro que el único camino que lleva a la salvación, es el que siguen los cristianos. Y como este camino me enseña a perdonar a los enemigos y a todos los que me han ofendido, perdono de buen grado al emperador y a todos los que han contribuido a mi muerte, y les pido que quieran recibir la iniciación cristiana del bautismo”.
Crucificados como Cristo, también como él fueron atravesados con lanzas, mientras cantaban alabando a Dios por la gracia del martirio, y la multitud lanzaba gritos desgarradores ante el horrible espectáculo. Y una vez más, “la sangre de los mártires fue semilla de cristianos”, pues en lugar de disminuir, aumentaron.
Martirio es la vida de cristiano si con amor es ofrecida cada día a Cristo por sus hermanos, y martirio es su muerte, si con amor la asocia a la muerte de Cristo para ser asociado a su resurrección. Aquí está el éxito total y triunfante de la vida del cristiano seguidor de Cristo. Y son millones también hoy. Que estemos entre ellos, ofreciendo las penas y la muerte inevitables, para resucitar con Cristo. "Quien entrega la vida por mí, la salvará".
“Los padecimientos de esta vida presente tengo por cierto que no son nada en comparación con la gloria futura que se ha de revelar en nosotros” (Rm 8, 18).
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Crucificados como Cristo, también como él fueron atravesados con lanzas, mientras cantaban alabando a Dios por la gracia del martirio, y la multitud lanzaba gritos desgarradores ante el horrible espectáculo. Y una vez más, “la sangre de los mártires fue semilla de cristianos”, pues en lugar de disminuir, aumentaron.
Martirio es la vida de cristiano si con amor es ofrecida cada día a Cristo por sus hermanos, y martirio es su muerte, si con amor la asocia a la muerte de Cristo para ser asociado a su resurrección. Aquí está el éxito total y triunfante de la vida del cristiano seguidor de Cristo. Y son millones también hoy. Que estemos entre ellos, ofreciendo las penas y la muerte inevitables, para resucitar con Cristo. "Quien entrega la vida por mí, la salvará".
“Los padecimientos de esta vida presente tengo por cierto que no son nada en comparación con la gloria futura que se ha de revelar en nosotros” (Rm 8, 18).
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