Asunción de María
agosto 2010
Entró María en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Al oír el saludo Isabel, el niño saltó de alegría en su vientre. Isabel se llenó del Espíritu Santo y exclamó: - ¡Bendita tú eres entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!... ¡Dichosa tú por haber creído que se cumplirán las promesas del Señor! María entonces dijo: - Proclama mi alma la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador, porque se fijó en su humilde esclava, y desde ahora todas las generaciones me llamarán feliz. El Poderoso ha hecho grandes cosas por mí: ¡Santo es su Nombre! Muestra su misericordia siglo tras siglo a todos aquellos que viven en su presencia. Desplegó la fuerza de su brazo: deshizo a los soberbios y sus planes. Derribó a los poderosos de sus tronos y exaltó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Socorrió a Israel, su siervo, se acordó de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, a Abraham y a sus descendientes para siempre. Lucas 1, 38-56.
Santa Isabel ensalzó a la Virgen María por el prodigio realizado en ella: la encarnación del Hijo de Dios, el Salvador del mundo; y Dios la ensalzó a los cielos porque haber creído en el mensaje del ángel sobre la promesa de la salvación universal por obra de su Hijo; por haberle dado la vida humana y haber compartido con él las alegrías y las penas, las persecuciones y la pasión.
Y nosotros ensalzamos con toda justicia a la Virgen María en la fiesta de la Asunción, en sintonía con el mismo Dios que la elevó a la gloria del cielo en premio de su fe y de su fidelidad; la hizo reina de cielos y tierra, y madre de la misericordia.
Amar y celebrar a María no supone disminuir al Hijo. Quien ama al Hijo, ¿cómo podrá no amar a su Madre? Y quien considera a la Madre, no aprecia ni ama de verdad al Hijo.
Los católicos no ponemos a María a la par o por encima de Jesús: no le damos un culto de adoración que sólo a Dios se debe, sino un culto de veneración. Quienes la adorasen como se adora a Dios, ofenderían a la Trinidad y a la misma Virgen María.
Hoy es un día especial para felicitar a nuestra Madre María por el triunfo que Jesús le concedió sobre la muerte y por el aniversario de su nacimiento a la gloria eterna. Y es día para felicitarnos también a nosotros, porque su Asunción es la garantía de lo que Dios quiere y tiene preparado para nosotros.
El destino definitivo de nuestro cuerpo no es el sepulcro ni una absurda reencarnación indefinida. Del cuerpo físico Dios hará surgir milagrosa y súbitamente un cuerpo glorioso a semejanza de la semilla que se pudre en parte bajo tierra para dar vida a una planta muy superior a la semilla.
Maria engendró al Hijo de Dios, que hizo posible en ella lo humanamente imposible. Y desde entonces los hombres podemos trabajar esperanzados por lo que parece imposible, pero que es necesario: la solidaridad y fraternidad universal, la salvación, la resurrección y la gloria, y unidos al Resucitado como María.
La devoción a María consiste en imitarla, estarle agradecidos, amarla e invocarla, porque ella fue llamada a colaborar directamente con su Hijo en la obra de nuestra salvación, y subió al cielo para continuar esa obra desde allí con su intercesión. Y nosotros estamos llamados a imitarla en la obra de la salvación propia y ajena.
P.J.