Gracias, mujer-madre, que te constituyes regazo del ser humano en el gozo y en el tormento de una experiencia única, que te hace sonrisa de Dios para el niño venido a la luz.
Gracias, mujer-hermana universal que, mediante el compromiso apostólico o la entrega al prójimo, desarrollas una peculiar maternidad afectiva, cultural y espiritual de valor inestimable.
Intención para el mes de diciembre 2010
De la Carta a las mujeres, de Juan Pablo II.