UNA NEGRA, BLANCA FLOR AFRICANA

Santa Josefina Bakhita, virgen
8 febrero

Bakhita nació en Dafur, Sudán (África) en 1868. Raptada a los 7 años, perdió su nombre y su identidad. Sus raptores le dieron el nombre de Bakhita (que significa “afortunada”). Luego fue vendida repetidas veces como esclava, sufrió indecibles penas físicas y morales.

En 1882 la compró en Kartum, Sudán, el cónsul italiano Calixto Legnani, que la llevó a Venecia, Italia en 1885, y la obsequiió a su amigo Augusto Michieli, como niñera de su hija. Cuando la familia Michieli se trasladó a orillas del Mar Rojo, Bakhita se quedó cuidando a su hija en el convento de las canonesas de Venecia.

Aquí fue donde pidió conocer a aquel Dios que, como ella confiesa, ya desde niña “sentía en mi corazón sin saber quién era… Viendo el sol, la luna y las estrellas, yo me decía: ¿Quién es el Creador de tan bellas cosas? Y sentía un gran deseo de verlo, conocerlo y servirlo”. En 1890 fue bautizada con el nombre de Josefina.

En 1893 entró en la comunidad de las canonesas de Venecia, para servir al Dios que le había dado tantas pruebas de su amor en su azarosa y sufrida existencia, como es el milagro de conservarla virgen en medio de tanta inmoralidad.

En el 1896 la “Madre Morita”, como la llamaban, fue trasladada a Schio (Vicenza), desde donde voló a la gloria eterna en 1947. Juan Pablo II la canonizó en el 2000.

p.j.