Sal y luz, sabor y sentido eterno de la vida


Domingo 5° durante el año
 06 -02- 2011


Jesús tomó la palabra y enseñaba diciendo: Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal deja de ser sal, ¿cómo podrá ser salada de nuevo? Ya no sirve para nada, por lo que se tira afuera y es pisoteada por la gente. Ustedes son la luz del mundo: ¿cómo se puede esconder una ciudad asentada sobre un monte? Nadie enciende una lámpara para taparla con un cajón; la ponen más bien sobre un candelero, y alumbra a todos los que están en la casa. Hagan, pues, que brille su luz ante los hombres, y así vean sus buenas obras, y por ello den gloria al Padre de ustedes que está en los cielos. Mt 5,13-16

Ser sal y luz es una expresión más con que Jesús define su misión, que es también la de sus discípulos. Y es igualmente  nuestra misión comunicar al mundo la sal y la luz que dan sabor y sentido eterno a la vida temporal, a fin de que ésta se preserve de la corrupción y de las tinieblas, y no sea rechazada por Dios.

Jesús encomienda a sus discípulos la misión de ser luz del mundo de forma permanente, por la unión con él, Fuente de la luz. Los cristianos, discípulos de Cristo, somos luz del mundo en la medida en que le pertenecemos y vivimos “conectados” a él. “Sin mí, no pueden hacer nada”.

La luz no se enciende para cubrirla o esconderla, sino que se coloca en alto para que alumbre. “Alumbre así la luz de ustedes a los hombres, de modo que, viendo sus buenas obras, den gloria a Dios”. Dar gloria a Dios es reconocerlo por la fe y el amor, darlo a conocer con la vida, el testimonio, la palabra, las obras;y reflejar la luz de Cristo para que los otros vean también el camino: “Yo soy el Camino”.

Pero si los supuestos seguidores de Jesús viven una religión sin sal y sin luz (sin unión a Cristo Resucitado y sin amor al prójimo necesitado), su religión se vuelve ridícula, despreciable e incluso escandalosa, y no interesa a nadie. Se reduce a un cristianismo sin Cristo, en lugar de ser revelación de la presencia de Cristo resucitado.

Mientras que la religión vivida unidos al Resucitado nos da el gozo de vivir ya en la tierra la alegría profunda que él prometió a quienes lo siguieran: “Les he dicho estas cosas para que mi alegría esté en ustedes y esa alegría sea completa”.

El cristiano tiene la misión de iluminar con la luz de Cristo a todos los de casa. Y el mundo es hoy la casa de todos: nunca ha sido tan fácil ser luz del mundo, gracias a los maravillosos medios de comunicación social, que hacen de la tierra una aldea, un hogar, siempre que se esté realmente unidos a Cristo, condición ineludible para producir verdaderos frutos de salvación. Valgámonos de esos medios: lecturas, radio, televisión, internet, teléfono, celular, etc., para evangelizar.

Además, está la misteriosa y maravillosa “comunión de los santos”, por la cual la luz de nuestra vida en Cristo se expande a todo el mundo, gracias en especial a la Eucaristía, donde nos “conectamos” y unimos de una forma viva con el Resucitado, luz y sal del mundo, y compartimos su sacerdocio supremo.

Así recobramos el valor eterno de las cosas, de las personas, del sufrimiento, de los gozos y de la vida, y gozamos la misión de ser cristianos -testigos de Cristo- en el mundo. Así nos realizamos como hijos de la luz, hijos de Dios, “Padre de toda luz”.

p.j.