"No de sólo pan vive el hombre"
Domingo 1º de cuaresma
10-2-2008
Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días y cuarenta noches, sintió hambre. Y el tentador se le acercó y le dijo: - Si eres Hijo de Dios, haz que estas piedras se conviertan en panes. Pero Jesús le contestó: - Está escrito: “No de sólo pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. Entonces el diablo lo llevó a la Ciudad Santa y lo puso sobre el alero del templo, diciéndole: - Si eres Hijo de Dios, arrójate de aquí abajo, pues está escrito: “Enviará a sus ángeles para que te sostengan en sus manos y no tropieces con las piedras”. - También está escrito: “No tentarás al Señor tu Dios” - respondió Jesús. Después el diablo lo llevó a un cerro muy alto y, mostrándole todos los reinos del mundo y su esplendor, le dijo: - Todo esto te lo daré, si te postras y me adoras. - ¡Aléjate, Satanás! - replicó Jesús -, porque está escrito: “Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo darás culto”. Entonces lo dejó el diablo, y se le acercaron los ángeles para servirle. (Mt 4, 1-11).
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Jesús quiso ser sometido a las mismas tentaciones que a nosotros nos acosan, para darnos ejemplo de superación, de libertad y amor, y para poder comprendernos y ayudarnos a vencer.
Frente a la primera tentación, Jesús nos enseña que la vida sobrenatural y eterna de la persona vale más que la temporal del cuerpo: “No sólo de pan vive el hombre, sino de la Palabra de Dios”. La vida temporal tiene que estar al servicio de la vida eterna. De lo contrario, ambas se pierden para siempre lejos de Dios y de su felicidad, en un fracaso total, eterno, por haberse rendido ante los ídolos del placer, del dinero y del poder.
En la segunda tentación el diablo propone a Jesús un milagro inútil, de exhibición. Pedir a Dios favores o milagros para satisfacer la vanidad o el egoísmo, es un abuso contra la providencia de Dios, contra su amor: es tentar a Dios mismo. Toda oración de petición debe concluirse con la condición “Señor, si es conforme a tu voluntad”.
La tercera tentación es de idolatría, que consiste en adorar, poner algo o a alguien en lugar de Dios en el corazón y en la vida, cosa tan fácil y tan frecuente, también entre los que se dicen creyentes. Los ídolos seductores son el dinero, el poder y el placer, que llevan al abuso de los dones de Dios y se hacen fuentes de todos los desórdenes que sufre la humanidad, la cual pretende inútilmente encontrar en ellos la felicidad que sólo Dios puede dar.
La felicidad que buscamos sólo nos sale al encuentro si gozamos con gratitud, con orden, con respeto y compartiendo lo que Dios nos da; y si a la vez llevamos con Cristo la cruz de cada día, ofrecida como él por la salvación del prójimo, camino de la resurrección y de la gloria con él para siempre. Jesús nos dice: “¿Qué le importa al hombre gozar de todo y ganar todo el mundo, si al final se pierde a sí mismo?”
La cuaresma es el tiempo de convertirse a la verdadera felicidad, dejando de considerar felicidad lo que es sólo gusto pasajero. La Iglesia nos propone un camino para hacernos fuertes ante las tentaciones, librarnos del pecado y de los ídolos esclavizantes, y hacernos capaces de la resurrección y la gloria eterna.
La oración, que es volverse a Dios, en encuentro personal de amistad con él, que nos ama más que nadie. Oración de alabanza, de gratitud, de reparación y petición de perdón para nosotros y para los demás, a quienes vemos como hermanos, hijos del mismo Padre. Y a la vez alimentarse de la Palabra de Dios y de la Eucaristía, y acudir al sacramento del perdón.
La limosna, que es conversión al prójimo, devolviéndole a Dios en el necesitado algo de lo mucho que él nos ha dado; no sólo en bienes materiales, sino en perdón, consuelo, esperanza, fe, amor, oración, testimonio, profesionalidad, acogida, diálogo, ayuda, alegría, salvación. Es la mejor forma de gratitud para que Dios nos siga conservando y aumentando sus dones y nos los multiplique al infinito en la eternidad. “Tuve hambre, sed…, y ustedes me socorrieron; vengan, benditos de mi Padre, a poseer el reino”.
El ayuno, que es conversión del mal que hacemos y al bien que debemos hacer. Ayuno físico acompañado de otro ayuno más importante: ayuno-privación de todo lo que puede hacer sufrir a otro, a la naturaleza y al mismo Dios. Y el ayuno-esfuerzo por el bien y la voluntad de Dios; la lucha por evitar el pecado, también el de omisión, tan frecuente e ignorado. Sin descuidar el ayuno de comida y de lujos para poder compartir con los necesitados.
Estas prácticas nos merecerán la ayuda de Dios para mantenernos libres ante la seducción del mal y enfrentar las tentaciones unidos a Cristo, Maestro de la victoria sobre toda tentación.