SAN PABLO TE ESCRIBE...

Hermanos: Justificados por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo. Por él hemos alcanzado, mediante la fe, la gracia en la que estamos afianzados, y por el nos gloriamos en la espe-ranza de la gloria de Dios. Y la esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado. En efecto, cuando todavía éramos débiles, Cristo, en el tiempo señalado, murió por los pecadores. Difícilmente se encuentra alguien que dé su vida por un hombre justo; tal vez alguno sea capaz de morir por un bienhechor. Pero la prueba de que Dios nos ama es que Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores. (Romanos 5, 1-2. 5-8).

Nosotros estábamos alejados de Dios por el pecado original, heredado de nuestros antepasados – como el niño que hereda la pobreza o la enfermedad de sus padres - y por los pecados personales que nos distancian de nuestro Padre Dios.

Sin embargo Dios, sin mérito alguno de nuestra parte, sino por medio de Jesucristo muerto y resucitado por nuestro amor, nos libra y limpia del pecado original en el bautismo, y del pecado personal y actual en el sacramento de la reconciliación, por las obras de misericordia, el perdón de las ofensas, el sufrimiento ofrecido, el amor agradecido a Dios...

Pero hay más: la fe en Cristo –adhesión amorosa a él- nos alcanza la gracia o amistad de Dios –amor de amistad entre él y nosotros- y nos da la esperanza de llegar a compartir con él su misma gloria en la patria celestial. ¡Qué amorosa e inaudita dignación de Dios!

Jesús Álvarez, ssp