
Nosotros estábamos alejados de Dios por el pecado original, heredado de nuestros antepasados – como el niño que hereda la pobreza o la enfermedad de sus padres - y por los pecados personales que nos distancian de nuestro Padre Dios.
Sin embargo Dios, sin mérito alguno de nuestra parte, sino por medio de Jesucristo muerto y resucitado por nuestro amor, nos libra y limpia del pecado original en el bautismo, y del pecado personal y actual en el sacramento de la reconciliación, por las obras de misericordia, el perdón de las ofensas, el sufrimiento ofrecido, el amor agradecido a Dios...
Pero hay más: la fe en Cristo –adhesión amorosa a él- nos alcanza la gracia o amistad de Dios –amor de amistad entre él y nosotros- y nos da la esperanza de llegar a compartir con él su misma gloria en la patria celestial. ¡Qué amorosa e inaudita dignación de Dios!
Jesús Álvarez, ssp
Jesús Álvarez, ssp