S.S. Benedicto XVI:
“Triduo Pascual: acoger en nuestra vida la voluntad de Dios”
Audiencia del miércoles 20 de abril 2011 - Algunos párrafos.
En la tarde del Jueves Santo inicia realmente el Triduo Pascual, con la memoria de la Última Cena, en la que Jesús instituyó el memorial de su Pascua, dando cumplimiento al rito pascual judío.
Jesús lava los pies a los apóstoles, invitándoles a amarse unos a otros como Él los amó, dando su vida por ellos. Al repetir este gesto en la liturgia, también nosotros estamos llamados a dar testimonio activamente del amor de nuestro Redentor.
El Jueves Santo termina con la adoración eucarística, en recuerdo de la agonía del Señor en el Huerto de Getsemaní. (...) Consciente de su muerte inminente en la cruz, siente una gran tristeza.
La insensibilidad hacia Dios nos hace insensibles al mal... El Señor siente todo el sufrimiento de la humanidad (el cáliz que ha de beber). Su voluntad está subordinada a la voluntad del Padre y transforma esta voluntad natural en un sí a la voluntad de Dios.
Entrar en la voluntad de Dios no es una esclavitud, sino entrar en la verdad, en el amor y en el bien. Es dirigir nuestra voluntad a la de Dios”. En el huerto de Getsemaní Jesús, en su angustia, carga con el drama humano, con nuestra pobreza, nuestro sufrimiento, y lo transforma en la voluntad de Dios, y así abre la puerta del cielo.
Adoremos a Cristo crucificado, compartiendo sus sufrimientos con la penitencia y el ayuno.
En la noche del Sábado Santo, celebraremos la solemne Vigilia Pascual, en la que se anuncia la resurrección de Cristo, su victoria definitiva sobre la muerte, que nos desafía a ser hombres nuevos en El.
El criterio que guió cada decisión de Jesús durante toda su vida, fue su firme voluntad de amar al Padre y de serle fiel. (...) Al revivir el Triduo Santo, dispongámonos a acoger en nuestra vida la voluntad de Dios, conscientes de que en ella se halla nuestro verdadero bien, el camino de la vida.
Que la Virgen Madre nos guíe en este itinerario y nos obtenga de su divino Hijo la gracia de poder dedicar nuestra vida, por amor de Jesús, al servicio de los demás.