VIERNES SANTO




JESÚS NO SUFRE NI MUERE HOY




Jesús ya no sufre ni muere físicamente, pues sufrió y murió hace más de dos mil años, y a los tres días resucitó y vive para siempre.


Pero sufren y mueren a millones cada día hermanas y hermanos suyos y nuestros, en gran parte inocentes como él y otros pecadores.


Y a menudo sufren incluso más que Jesús, que camino del calvario dijo a las piadosas mujeres que lloraban por él: “No lloren por mí, sino por ustedes mismas y por sus hijos, que si esto hacen en el leño verde, ¿qué no harán con el seco?”


Sin embargo, Jesús resucitado y glorioso no se queda indiferente ante el sufrimiento y la muerte de sus hermanos y hermanas, sino que “se hace presente en toda vida en aflicción”, para transformar el sufrimiento en fuente de felicidad eterna, y la muerte en resurrección. Sólo se retira apenado de quien lo rechaza de frente.


Por tanto, más que compadecernos de los sufrimientos pasados de nuestro Hermano mayor y Redentor, debemos compadecernos, como él, de los sufrimientos de todos los que hoy sufren y mueren. Así imitaremos al mismo Jesús que pasó por su vida temporal arrancando y asumiendo las cruces de la humanidad, para hacerlas cruces victoriosas como la suya, por la resurrección.


La máxima obra de misericordia a favor todos los que sufren y mueren (abortados, víctimas de guerras, hambre, violencia, desastres naturales, accidentes, enfermedades...), consiste en asociarlos a la cruz y muerte redentora de Jesús, que él renueva, de forma incruenta, en cada Eucaristía, presidida por el Resucitado en persona, que en ella nos invita a compartir su obra de salvación.


Que Cristo resucitado nos resucite a todos con un cuerpo glorioso como el suyo.


p.j.