26 de mayo
Era natural de Florencia-Italia (1515-1595), y es llamado “el santo de la alegría”. Siempre sonriente y jovial, contagiaba buen humor y el gozo de vivir en cristiano.
Un día que reía a carcajadas, alguien lo retó: “Los sacerdotes no deben reír ruidosamente”. Y Felipe le respondió: “El Señor es bueno. ¿Cómo no va a alegrarse de que sus hijos nos riamos? La tristeza nos dobla el cuello y no nos deja ver el cielo. Debemos combatir la tristeza, no la alegría”.
Evangelizaba a los jóvenes con la música y el teatro. Pero vio que solo poco podía hacer, y por eso fundó la comunidad del Oratorio. Así su actividad y alegría se multiplicaron dentro y fuera de su comunidad.
Sus éxtasis duraban horas, y a veces exclamaba: “¡Basta, Señor, basta! ¡Detén el torrente de tu amor!” Sus predilectos eran los niños y los jóvenes, los pobres y los encarcelados.