¡VEN, DULCE HUÉSPED DEL ALMA!


Pentecostés
12-06-2011

Ese mismo día, el primero después del sábado, los discípulos estaban reunidos por la tarde, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Llegó Jesús, se puso de pie en medio de ellos y les dijo: ¡La paz esté con ustedes! Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron mucho al ver al Señor. Jesús les volvió a decir: ¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, así los envío yo también a ustedes. Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: Reciban el Espíritu Santo: a quienes absuelvan de sus pecados, serán liberados, y a quienes se los retengan, les serán retenidos. (Jn. 20,19-23).

Estamos en la era del Espíritu Santo, y sin embargo es el gran desconocido, incluso gran parte de los católicos, y muchos lo identifican con una paloma, que sólo es uno de los símbolos bajo los cuales se manifiesta. En el bautismo de Jesús se apareció bajo forma de paloma, y en día de Pentecostés en forma de lenguas de fuego y de viento fuerte.

Pero son muchos otros los signos que representan al Espíritu Santo. y nos dan de él una idea más completa: luz, calor, don, consuelo, huésped, descanso, brisa, gozo, aliento, amor, libertad, paz; y su acción consiste en penetrar, enriquecer, alentar, regar, sanar, lavar, dar calor, guiar, transformar, repartir dones, dar vida, conservar, liberar, salvar…

El Espíritu Santo nos invita a todos a colaborar con Cristo en la evangelización, catequesis, celebraciones, agradeciendo, ofreciendo sacrificios y alabanzas, en fuerza del sacerdocio bautismal, con el testimonio y el trabajo por la unión, la paz, la justicia, la fraternidad universal, y así se forme
“un solo rebaño bajo un solo Pastor”.

Jesús dice a sus discípulos –todo cristiano verdadero es discípulo- “Como el Padre me envió a mí, así los envío yo a ustedes”. No se trata de una consigna en exclusiva para la jerarquía o el clero, sino que compromete a toda la comunidad, a todo cristiano, por el mero hecho de ser cristiano, nombre que significa eso:
“portador de Cristo”, “testigo de Cristo resucitado”.

Como les pasó a los discípulos de Jesús, así el miedo y la cobardía marcarán también la actitud de los pastores y de los fieles que no vivan conscientes de que Jesús resucitado está presente con su Espíritu para llenarlos de paz, alegría, fortaleza y sabiduría. Él nos asegura: “Estoy con ustedes todos los días”. ¡Inmensa bendición! Sólo hace falta que correspondamos a esa promesa entrañable con el gozoso esfuerzo cotidiano de “estar con él todos los días”.

Ser testigos de Jesús no consiste en sólo repetir sus palabras y su doctrina, sino en imitarlo en sus actitudes y obras, lo cual sólo es posible por la acción del Espíritu Santo en nosotros, como lo afirma san Pablo: “Ni siquiera podemos decir: ‘Jesús es el Señor’ si no es bajo la acción del Espíritu Santo”. Sin su ayuda “nada bueno hay en el hombre, nada saludable”.

A pesar de ser débiles, pecadores y deficientes en todo, Jesús nos conmfía su misma misión, a semejanza de cómo se la confió a los apóstoles, en un mundo donde imperan las poderosas fuerzas del mal, que nos superan inmensamente. Pero si nos encarga parte de su misión, como a los apóstoles, también pondrá a nuestro alcance los dones y carismas mecesarios.

Jesús nos envía el Espíritu Santo y viene con él para que produzcamos mucho fruto, asegurado con promesa infalible: “Quien está unido a mí, produce mucho fruto”. Por eso nuestra primera y principal ocupación y preocupación tiene que ser la de vivir unidos a Cristo resucitado presente y compartir su misión; todo lo demás es añadidura, por muy bueno e importante que sea.

j. p.