7-8-2011
Inmediatamente después de la multiplicación de los panes y los pescados, Jesús mandó a sus discípulos que se embarcaran; debían llegar antes que él a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Jesús, pues, despidió a la gente, y luego subió al cerro para orar a solas. Cayó la noche, y él seguía allí solo. La barca en tanto estaba ya lejos de tierra, y las olas la sacudían duramente, pues soplaba el viento en contra. Antes del amanecer, Jesús fue hacia ellos caminando sobre el mar. Al verlo caminando sobre el mar, se asustaron y exclamaron: - ¡Es un fantasma! Y por el miedo se pusieron a gritar. En seguida Jesús les dijo: - Ánimo, no teman, que soy yo. Pedro contestó: - Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti caminando sobre el agua. Jesús le dijo: - Ven. Pedro bajó de la barca y empezó a caminar sobre las aguas en dirección a Jesús. Pero el viento seguía muy fuerte, tuvo miedo y comenzó a hundirse. Entonces gritó: - ¡Señor, sálvame! Al instante Jesús extendió la mano y lo agarró, diciendo: - Hombre de poca fe, ¿por qué has vacilado? Subieron a la barca y cesó el viento, y los que estaban en la barca se postraron ante él, diciendo: - ¡Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios! (Mt.14,22-23).
Jesús había hecho el milagro de la multiplicación de los panes y los pescados. Y la gente veía en él al verdadero líder: el Mesías esperado. Pero Jesús busca otra cosa: que acepten su mensaje de conversión y salvación, y que no lo consideren un simple líder temporal. No quiere seguidores fanáticos. Pero esto la gente no lo entiende, y tampoco sus mismos discípulos. Es más llamativa una religión milagrista, fanática o de privilegios y poder, que la fe predicada por Jesús.
Jesús, contrariado por tal actitud, despide amablemente a la multitud y a los discípulos, y se va al cerro para estar a solas con el Padre, y tratar con él la mejor forma de actuar para que la gente acoja la misión que le había encomendado, y en la que no le va muy bien...
Luego, mientras Jesús ora en la paz del monte, los discípulos, sin oración y sin el Maestro, se debaten en la barca con grave riesgo de ser tragados por el mar embravecido. Entonces Jesús acude en ayuda de los discípulos caminando sobre las olas tumultuosas. ¡Gran ejemplo a imitar por los pastores, misioneros, catequistas, guías de grupos, padres cristianos…! Orar para vivir con él y en él, y así poder evangelizar con eficacia. “Quien está unido a mí, produce mucho fruto”.
Al ver a Jesús caminando sobre las olas, a los discípulos ni siquiera pueden imaginar que sea él, sino un fantasma, y se ponen a gritar de miedo. No alcanzan a creer que quien multiplica los panes y resucita muertos, tiene también poder para caminar y ayudar a caminar sobre las olas y sobre las dificultades y peligros de la vida.
Al reconocer a Jesús, Pedro se emociona y le pide que lo haga caminar hacia él y como él sobre las olas. Pero su miedo opaca su fe, y empieza a hundirse. Entonces suplica socorro, y Jesús lo toma de la mano; y subidos a la barca, la tempestad se calma.
¿Cuál es nuestra actitud frente las tempestades de toda clase a través de la vida? ¿Nos olvidamos de acudir a Cristo y gritarle como Pedro: “¡Señor, sálvame, sálvanos!”? ¿Le pedimos que nos dé la mano y le tendemos la nuestra? No olvidemos la promesa: “Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha”. Sólo él puede salvarnos en esta vida y, a través de la inevitable muerte, abrirnos la puerta de la resurrección y de la vida eterna.
Inmediatamente después de la multiplicación de los panes y los pescados, Jesús mandó a sus discípulos que se embarcaran; debían llegar antes que él a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Jesús, pues, despidió a la gente, y luego subió al cerro para orar a solas. Cayó la noche, y él seguía allí solo. La barca en tanto estaba ya lejos de tierra, y las olas la sacudían duramente, pues soplaba el viento en contra. Antes del amanecer, Jesús fue hacia ellos caminando sobre el mar. Al verlo caminando sobre el mar, se asustaron y exclamaron: - ¡Es un fantasma! Y por el miedo se pusieron a gritar. En seguida Jesús les dijo: - Ánimo, no teman, que soy yo. Pedro contestó: - Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti caminando sobre el agua. Jesús le dijo: - Ven. Pedro bajó de la barca y empezó a caminar sobre las aguas en dirección a Jesús. Pero el viento seguía muy fuerte, tuvo miedo y comenzó a hundirse. Entonces gritó: - ¡Señor, sálvame! Al instante Jesús extendió la mano y lo agarró, diciendo: - Hombre de poca fe, ¿por qué has vacilado? Subieron a la barca y cesó el viento, y los que estaban en la barca se postraron ante él, diciendo: - ¡Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios! (Mt.14,22-23).
Jesús había hecho el milagro de la multiplicación de los panes y los pescados. Y la gente veía en él al verdadero líder: el Mesías esperado. Pero Jesús busca otra cosa: que acepten su mensaje de conversión y salvación, y que no lo consideren un simple líder temporal. No quiere seguidores fanáticos. Pero esto la gente no lo entiende, y tampoco sus mismos discípulos. Es más llamativa una religión milagrista, fanática o de privilegios y poder, que la fe predicada por Jesús.
Jesús, contrariado por tal actitud, despide amablemente a la multitud y a los discípulos, y se va al cerro para estar a solas con el Padre, y tratar con él la mejor forma de actuar para que la gente acoja la misión que le había encomendado, y en la que no le va muy bien...
Luego, mientras Jesús ora en la paz del monte, los discípulos, sin oración y sin el Maestro, se debaten en la barca con grave riesgo de ser tragados por el mar embravecido. Entonces Jesús acude en ayuda de los discípulos caminando sobre las olas tumultuosas. ¡Gran ejemplo a imitar por los pastores, misioneros, catequistas, guías de grupos, padres cristianos…! Orar para vivir con él y en él, y así poder evangelizar con eficacia. “Quien está unido a mí, produce mucho fruto”.
Al ver a Jesús caminando sobre las olas, a los discípulos ni siquiera pueden imaginar que sea él, sino un fantasma, y se ponen a gritar de miedo. No alcanzan a creer que quien multiplica los panes y resucita muertos, tiene también poder para caminar y ayudar a caminar sobre las olas y sobre las dificultades y peligros de la vida.
Al reconocer a Jesús, Pedro se emociona y le pide que lo haga caminar hacia él y como él sobre las olas. Pero su miedo opaca su fe, y empieza a hundirse. Entonces suplica socorro, y Jesús lo toma de la mano; y subidos a la barca, la tempestad se calma.
¿Cuál es nuestra actitud frente las tempestades de toda clase a través de la vida? ¿Nos olvidamos de acudir a Cristo y gritarle como Pedro: “¡Señor, sálvame, sálvanos!”? ¿Le pedimos que nos dé la mano y le tendemos la nuestra? No olvidemos la promesa: “Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha”. Sólo él puede salvarnos en esta vida y, a través de la inevitable muerte, abrirnos la puerta de la resurrección y de la vida eterna.
p. j.