LOS ENVÍA DE DOS EN DOS



PREDICA, CURA y EXPULSA DEMONIOS

Domingo 15º tiempo ordinario - B /15 julio 2012

TEXTOS BÍBLICOS
Marcos 6, 7-13

Llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus inmundos. Les mandó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan en la alforja ni dinero en la faja; que llevasen sandalias y un manto solo. Y añadió: - Quédense en la casa donde les den alojamiento, hasta que se vayan de ese sitio. Y si en algún lugar no los reciben ni escuchan, al salir sacudan el polvo de sus pies para dar testimonio contra ellos. Salieron, pues, a predicar la conversión; echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.

Isaías 55, 10-11

Esto dice el Señor: Como bajan la lluvia y la nieve desde el cielo, y no vuelven allá, sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo.


Romanos 8,18-23

Hermanos: Considero que los trabajos de ahora no pesan lo que la gloria que un día se nos descubrirá. Porque la creación expectante está aguardando la plena manifestación de los hijos de Dios; ella fue sometida a la frustración, no por su voluntad, sino por uno que la sometió; pero fue con la esperanza de que la creación misma se vería liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que hasta hoy la creación entera está gimiendo toda ella con dolores de parto. Y no sólo eso; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior aguardando la hora de ser hijos de Dios, la redención de nuestro cuerpo.




COMENTARIOS
Marcos 6, 7-13

Jesús envía a los discípulos, de dos en dos, a proclamar el Evangelio, y les dice que vayan con lo indispensable, pues Él depende la eficacia salvadora de su misión, cuyos frutos salvíficos no son obra del discípulo, sino de Cristo mediante lo que vive y hace el discípulo. “Sin mí, no pueden hacer nada”.

Difundir el Evangelio es el objetivo prioritario de la vida y misión de los discípulos, que no pueden ocupar su corazón, su mente y su tiempo con otros intereses.

Jesús manda a sus discípulos no sólo a predicar, sino también a obrar como él: curar enfermos, expulsar demonios, denunciar injusticias... Es verdad que la gran mayoría de las enfermedades de hoy se curan gracias a los adelantos “milagrosos” de la medicina y a las manos de los médicos, entre los cuales se encuentran verdaderos discípulos Cristo, que usa sus manos para curar los enfermos, con los cuales Él se identifica.

Pero también muchos sacerdotes, consagrados, consagradas, catequistas, misioneros y laicos, curan y evitan innumerables enfermedades con la Palabra de Dios, la oración, los sacramentos, el consejo y la orientación, con lo cual vencen al demonio y al pecado, causa primera de tanta enfermedad física, moral, psíquica, espiritual y social. Donde llega la palabra y la acción del discípulo unido a Cristo, el mal queda al descubierto y retrocede.
                              
Los discípulos de hoy siguen la lucha contra las otras grandes enfermedades que amenazan al hombre: egoísmo, injusticia, vicio, violencia, crímenes, abusos, pobreza, hambre, corrupción, explotación, mentira, hipocresía...

Los poderosos suelen pretender que la Iglesia se limite a sus templos, y no interfiera en asuntos sociales, comerciales y políticos: que no defienda la vida, que no salga a favor de los pobres y de los explotados por los poderosos, que así podrían disfrutar impunemente de las riquezas acumuladas a costa de la pobreza, del sufrimiento e incluso de la muerte de muchos.

Seguir a Cristo, obrar y hablar en su nombre, no es un privilegio del clero, sino también derecho, vocación y gloria de todo bautizado, consciente de que la palabra más eficaz no es la que sale de los labios, sino la que brota de una vida unida a Cristo: “Quien está unido a mí, produce mucho fruto”, sea sacerdote, religioso o laico.

No se pueden buscar fáciles pretextos para no escuchar ni vivir la Palabra de Dios, alegando que el predicador no cumple lo que dece, que hay pastores y fieles que escandalizan…  Pero Jesús declara: “Quien los escucha a ustedes, a mí me escucha, y quien los rechaza a ustedes, a mí me rechaza”. “Hagan lo que dicen, pero no hagan lo que hacen”. Hay que apoyarse ante todo en el Buen Pastor, que nos habla por medio de los buenos pastores y de los malos.


Isaías 55, 10-11

La Palabra de Dios no es como la nuestra, sino que realiza lo que anuncia: la salvación a quien la busca, la espera y la acoge. Es fuente de vida, y no simple palabras que comunican ideas, sentimientos, información, verdades, emociones.

El testimonio del predicador y del simple cristiano, se hacen evangelio viviente y abierto, el único que podrán leer muchos de su entorno, empezando por el propio hogar. Esa Palabra no vuelve a Dios sin producir fruto.

El verdadero cristiano –persona que vive unida a Cristo-, es imposible que con su vida no “hable” ni produzca fruto en su ambiente, aunque ni él ni los demás se den cuenta, pues está de por medio la palabra infalible de Jesús, que se transparenta en el discípulo.


Romanos 8,18-23
                                                                                                   
San Pablo había estado en el “tercer cielo”, y al comunicar esa experiencia, exclamó: “Ni oído oyó, ni ojo vio, ni mente humana puede sospechar lo que Dios tiene preparado para quienes lo aman”. Por eso decía también: “Para mí es con mucho lo mejor morirme para estar con Cristo”.

El Apóstol habla con conocimiento de causa cuando afirma que los sufrimientos temporales son nada en comparación con la inmensa gloria y gozo que Dios dará en su casa eterna a quienes lo aman en el tiempo. Gloria y gozo que compartirán con toda la creación, una vez liberada de la esclavitud del pecado.

Esos “dolores de parto”, Dios los va haciendo dolores fecundos que darán vida al mundo nuevo presidido por Cristo, Rey del Universo; un mundo donde reinará la vida y la verdad, la justicia y la paz, el amor y la libertad. Esa es nuestra esperanza anclada en Jesús, el único Salvador.

Cristo anhela y toma más enserio que nosotros nuestra salvación, y lo demuestra con su pasión y muerte sufrida por salvarnos. Es justo que hagamos lo imposible para conseguir lo que él tanto desea para nosotros. Entonces el éxito final de nuestra vida estará asegurado, a pesar de cualquier sufrimiento. Que no resulte inútil para nosotros la pasión de Cristo. Sería la máxima y eterna desgracia irremediable.

Dice san Agustín: “Quien te creó sin ti, no te salvará sin ti”. Acojamos agradecidos la oferta gratuita de salvación que Jesús nos brinda, pero condicionada a nuestro esfuerzo. Deseemos y preparemos en serio lala hora de ser hijos de Dios, la resurrección de nuestro cuerpo”, “que Cristo transformará en cuerpo glorioso como el suyo”.

P. Jesús Álvarez, ssp


__________________________________________________________