ESCUCHAR a
los PROFETAS y PROFETIZAR
  Domingo 14º Tiempo Ordinario-B -
TEXTOS
BÍBLICOS
Marcos 6,
1-6
Al irse
Jesús de la casa de Jairo, volvió a su tierra, Nazaret, y sus discípulos se
fueron con él. Cuando llegó el sábado, se puso a enseñar en la sinagoga y mucha
gente lo escuchaba con estupor. Se preguntaban: “¿De
dónde le viene todo esto? ¿De dónde esta sabiduría, y cómo salen esos milagros
de sus manos? Si no es más que el carpintero, el hijo de María, hermano de
Santiago, de José, de Judas y Simón. Y sus hermanas ¿no están aquí entre
nosotros? Se extrañaban y no querían darle crédito. Jesús les dijo: “Un profeta no es despreciado sino en su tierra, entre su
parentela y en su
 propia familia ”. 
Ezequiel 2,
2-5
Un
espíritu entró en mí y me hizo permanecer de pie, y yo escuché al que me
hablaba. Él me dijo: “Hijo de hombre, Yo te envío a los israelitas, a un pueblo
de rebeldes que se han rebelado contra mí; ellos y sus padres se han sublevado
contra mí hasta el día de hoy. Son hombres obstinados y de corazón endurecido
aquellos a los que Yo te envío, para que les digas: «Así habla el Señor». Y sea
que escuchen o se nieguen a hacerlo -porque son un pueblo rebelde- sabrán que
hay un profeta en medio de ellos”.
2Cor 12,
7-10
Hermanos:
Para que la grandeza de las revelaciones no me envanezca, tengo una espina
clavada en mi carne, un ángel de Satanás que me hiere. Tres veces pedí al Señor
que me librara, pero Él me respondió: «Te basta mi gracia, porque mi poder
triunfa en la debilidad». Más bien, me gloriaré de todo corazón en mi
debilidad, para que resida en mí el poder de Cristo. Por eso, me complazco en
mis debilidades, en los oprobios, en las privaciones, en las persecuciones y en
las angustias soportadas por amor de Cristo; porque cuando soy débil, entonces
soy fuerte.
COMENTARIOS
Marcos 6, 1-6
Los habitantes de Nazaret creían conocer bien a Jesús, pues era un vecino más, un carpintero, sin estudios,
de una humilde familia. Por eso no podían admitir que fuera el Profeta-Mesías-Rey
esperado, que vendría para librar al pueblo hebreo de la tiranía romana.
Profeta, en el lenguaje bíblico, no es tanto quien
predice el futuro, sino quien ve y valora las cosas, los acontecimientos y a
las personas con la mirada de Dios, y habla en su nombre. 
El verdadero profeta choca con quienes se
han instalado en sus actitudes egoístas de religiosidad y de vida, cometen
injusticias, e incluso asesinatos de profetas, incluidos Juan Bautista, Jesús,
y muchos otros mártires a través de los siglos. 
Pero también hay falsos profetas. ¿Cómo
reconocerlos? “Por sus obras los conocerán”, nos dice Jesús. No por sus solas
palabras, ideas, ritos o apariencias.
Todo cristiano recibe en el bautismo la
vocación de profeta, para que la realice con la vida, la palabra y las obras.
La religión de sólo cumplimiento externo, es un escándalo y el mayor obstáculo
para vivir la fe.
La vida de unión con Cristo es la voz más fuerte
del profeta, pues en esa unión refleja al mismo Cristo que habla por él: “Quien
está unido a mí, produce mucho fruto”. “Quien
los escucha a ustedes, a mí me escucha”.
Ezequiel 2, 2-5
Los humanos estamos inclinados a
rebelarnos contra Dios, como hicieron los israelitas muchas veces- debido a la
tendencia a disfrutar de sus dones prescindiendo de Él y a ignorar las exigencias
para llegar a disfrutar de Dios mismo y de todos sus dones, en el tiempo y en
la eternidad.
El verdadero profeta, evangelizador o catequista, no va ni habla
en nombre propio, sino que es y se siente enviado, y habla movido por la fuerza
del Espíritu: “No
serán ustedes los que hablen, sino que el Espíritu Santo hablará por ustedes”.
Por otra parte, todo cristiano es
un enviado, un profeta entre sus hermanos para hablarles de parte de Dios: mediante
su palabra, su testimonio, su oración y el sufrimiento asociado a la cruz de
Cristo. 
2Cor 12, 7-10
Pablo ha sido descalificado por
algunos como apóstol y como persona, tomando como pretexto su pobre apariencia
externa; pero él ve en esa  difamación un
peligro para la fe de los corintios. Por eso revela los prodigios que Dios ha
realizado en él y por él, no obstante sus debilidades, enfermedad y lo poco que
aparenta ser. 
Pero en lugar de gloriarse de esas revelaciones y de las
intervenciones de Dios en su vida, se gloría de sus debilidades, persecuciones
y enfermedad, pues así se manifiesta en él y en su predicación la fuerza de la
cruz y de la resurrección de Cristo.
La persona
humilde reconoce sus debilidades, pecados, y el acoso del “ángel de Satanás”, y
así hace espacio al poder salvador de Cristo. Pero quien está orgulloso de su
saber, hacer y poder, rechaza la acción salvífica del Resucitado, por loo cual
su vida, saber y obras resultan estériles. 
El sufrimiento, la calumnia y la persecución, no deben causar
desaliento y desesperanza en el cristiano, el evangelizador, el catequista,
sino que hacen lugar a la fuerza salvadora de Cristo resucitado presente, que
se transparenta en sus discípulos.
P. Jesús Álvarez, ssp
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