PASÓ POR LA VIDA HACIENDO EL BIEN


Domingo 23º tiempo ordinario –B / 9 –9-2012

Evangelio   Mc 7, 31-37

Saliendo de las tierras de Tiro, Jesús pasó por Sidón y, dando la vuelta al lago de Galilea, llegó al territorio de la Decápolis. Allí le presentaron un sordo que hablaba con dificultad, y le pidieron que le impusiera las manos. Jesús lo apartó de la gente, le metió los dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua. En seguida levantó los ojos al cielo, suspiró y dijo: - “Effetá” (que quiere decir: ábrete). Al instante se le abrieron los oídos, le desapareció el defecto de la lengua y comenzó a hablar correctamente. Jesús les mandó que no se lo dijeran a nadie, pero cuanto más insistía, tanto más ellos lo publicaban. Estaban fuera de sí y decían muy asombrados: - “Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos”. 

Jesús hacía curaciones milagrosas para demostrar la cercanía y el poder amoroso de Dios, y para revelarnos su proyecto definitivo a favor nuestro: la vida eterna en el hogar de la Familia Trinitaria, donde podamos conseguir la realización total, la plena comunicación en el amor, el sumo placer, la paz y la felicidad sin fin.
        
A San Pablo le fue concedido ver por un momento la felicidad del paraíso y dijo como fuera de sí: “Ni ojo vio, ni oído oyó, ni mente humana puede imaginar lo que Dios tiene preparado para quienes lo aman”. “Los padecimientos de la vida presente no tienen comparación con el inmenso peso de gloria que nos espera”.

Hoy también se dan frecuentes curaciones milagrosas, de modo especial en santuarios marianos y otros en todo el mundo. Sin olvidar las admirables curaciones realizadas mediante la ciencia médica, que está en continuo progreso, por voluntad de Dios. Pero hay que guardarse de curanderos, hechiceros y brujos, que utilizan sus poderes y la ciencia para explotar al enfermo o hacerle daño.

La enfermedad del sordomudo nos remite a una gran enfermedad de hoy: la incomunicación en la era de las comunicaciones, en la cual los medios de comunicación ocasionan a menudo incomunicación en el hogar, en la sociedad; incomunicación con la naturaleza, con Dios, con el prójimo, con el misterio de la propia persona…

La ceguera física remite también a la ceguera espiritual, la falta de fe, la incomunicación del hombre con su Padre Dios, la más triste de todas las cegueras.

Jesús sigue hoy entre nosotros para curarnos con su presencia viva en la comunicación de la oración, en su Palabra, en la Eucaristía, en el prójimo necesitado.

Las palabras y gestos que curan a fondo son las que surgen del silencio en la adoración, comunicación y escucha amorosa de Dios, de los demás, de nuestro interior y de la creación, que es transparenta del Dios-Amor-Comunicación.

de la LETRA a la VIDA

1. - ¿Qué actitudes asumo ante los que sufren y están a mi alcance?

2. - ¿Qué “milagros” puedo hacer por ellos?

3. – Sor Lucía, vidente de Fátima decía: “No se cree realmente en Dios mientras no se cree que Él puede hacer y hace milagros”. ¿Hasta qué punto lo creo y vivo yo?   

3. -  Jesús “pasó la vida haciendo el bien”; ¿en qué lo imito? 

P. J. A.