VIGILEN y OREN en todo momento
Domingo 1º de Adviento-C/ 02 – 12 -
2012
Lc. 21, 25-28. 34-36 
Dijo Jesús a sus discípulos: - Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las
estrellas, y por toda la tierra los pueblos estarán llenos de angustia, aterrados
por el estruendo del mar embravecido. La gente se morirá de espanto con sólo
pensar en lo que va a caer sobre la humanidad, porque las fuerzas del universo
serán sacudidas. Y en ese preciso momento verán al Hijo del Hombre viniendo en la Nube , con gran poder e
infinita gloria. Cuando se presenten los primeros signos, enderécense y
levanten la cabeza, porque está cerca su liberación. Cuiden de ustedes mismos,
no sea que una vida consumista, las borracheras o los afanes de este mundo los
vuelvan interiormente torpes y ese día caiga sobre ustedes de improviso, pues
se cerrará como una trampa sobre todos los habitantes de la tierra. Por  eso estén
vigilando y orando en todo momento, para que se les conceda escapar de todo lo
que debe suceder y estar de pie ante el Hijo del Hombre. 
comentario
Jesús hoy nos anuncia un
aterrador desastre cósmico, sin fijar fechas. Pero no pretende asustarnos,
sino atraer nuestra mirada y nuestro corazón hacia la imagen grandiosa que
aparecerá al centro de ese marco catastrófico: Él en persona, que vendrá con
poder y gloria para librar a los suyos de la gran tribulación y de la muerte; por
eso nos invita a levantar la cabeza, para verlo y acogerlo con júbilo. 
Por tanto, nuestra actitud no
puede ser el temor y el terror, sino la esperanza y "el amor gozoso a su
venida" como único salvador, amigo y glorificador mediante la resurrección. Jesús 
quiere que grabemos bien en la memoria su invitación a orar continuamente y a estar
preparados, viviendo en real unión afectiva y efectiva con Él.
Jesús nos pide mantenernos en
pie a su lado, aunque no lo veamos, compartiendo con gozo su misión liberadora
y salvadora en favor del prójimo, construyendo con él la civilización del amor
y la cultura de la vida. Además 
nos apremia a no dejarnos contagiar por el materialismo, el consumismo, la
corrupción y los desórdenes de una sociedad que vive de espaldas a Dios y al
prójimo, sumergida en la cultura de la muerte. 
Adviento significa tiempo de
espera gozosa de Alguien que viene. La Iglesia  nos invita a considerar las cuatro
venidas de Cristo Jesús, que sale a nuestro encuentro en formas y tiempos
diferentes. 
La primera venida de Jesús
sucedió hace más de dos mil años, con su Nacimiento en Belén, que conmemoramos
y celebramos cada año en la Navidad.  Es
La cuarta y última venida de
Cristo será su aparición gloriosa al fin de los tiempos, para hacer un mundo
nuevo, su reino definitivo de vida y verdad, de justicia y de paz, de libertad
y amor, de alegría y felicidad. Venida que presenciaremos de persona. 
Entre la primera y la última
venidas de Jesús se da la venida intermedia y permanente a nuestra vida y
persona durante la existencia terrena, según sus palabras infalibles: Yo estoy con ustedes todos los días hasta
el fin del mundo (Mt 28, 20). Quien come mi carne y bebe mi sangre, vive en mí y yo en él  (Jn
6, 36).
Y al fin de nuestra vida terrena
se realizará la venida de Jesús que acudirá para librarnos de las garras de la
muerte y llevarnos a su gloria eterna, si hemos vivido unidos a él,
compartiendo su misión en favor del hombre. Nos garantiza con promesa infalible:
“Me voy a prepararles un lugar. Luego
vendré para llevarlos conmigo (Jn 14, 2-3).    
Su exhortación a orar en todo
momento es la condición para ser acogidos y resucitados a través de una muerte
triunfal como la suya.
 Tomémoslo  en serio para no quedar excluidos de su gloria.
P. J. A.
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