Fiesta del Bautismo de Jesús / C - 9-13-2013
Lucas 3,15-16. 21-22
Un día fue bautizado también Jesús entre el pueblo
que venía a recibir el bautismo. Y mientras estaba en oración, se abrieron los
cielos: el Espíritu Santo bajó sobre él y se manifestó en forma corporal, como
una paloma, y del cielo vino una voz: -Tú eres mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi
predilección.
En el bautismo Jesús recibió
la plenitud del Espíritu Santo para “Dar
la vista a los ciegos, oído a los sordos, libertad a los cautivos, resurrección
a los muertos, y anunciar la buena noticia a los pobres”.
En el bautismo Jesús fue
ungido por el Padre como sacerdote, que une al hombre con Dios; como profeta, que conoce e interpreta la historia
según Dios y habla en nombre de Dios; y como rey, que vive en libertad victoriosa
frente a las fuerzas opresoras del mal.
Nacemos hijos de Dios,
pues de él recibimos la vida natural a través de nuestros padres. Pero el
bautismo injerta en nuestra vida temporal la misma Vida divina y
eterna de Dios: el Padre nos declara hijos suyos, “conformes con la imagen de
su Hijo”, hermanos de Cristo, nuevas criaturas predilectas de Dios, sanadas por
el fuego del amor infinito de la
Trinidad.
“Miren qué amor nos tiene el Padre, para llamarnos hijos suyos, pues lo
somos”, exclama san Pablo rebosante de gratitud. El
bautismo es eso: la gracia-amor de Dios que nos transforma en hijos suyos,
semejantes a Jesús.
El bautismo nos hace también
a nosotros sacerdotes, miembros del Pueblo
Sacerdotal, la Iglesia ,
convertidos en ofrenda viva y agradable a Dios para la salvación nuestra, la de
nuestros hermanos y del mundo entero.
Nos consagra profetas, capaces de ver y comprender a las
personas, el mundo y los acontecimientos con los ojos de Dios.
Nos convierte en reyes, porque
se nos da la libertad de los hijos de Dios, pues servir a Dios en el prójimo es reinar ya en esta vida para luego en la
eterna.
¿En qué
medida vivimos el sacerdocio bautismal, especialmente en la Eucaristía y en la
vida, sirviendo y amando a los otros a imitación de Jesús? ¿Vemos las cosas
como Dios las ve, y vivimos felices como hijos suyos, hijos del Rey universal?
¿Por qué tantos bautizados no se deciden a vivir como cristianos? Tal vez la catequesis no se fundamentó en lo que hace al cristiano auténtico
sacerdote, profeta y rey, unido a Cristo Resucitado presente,
con todo lo que eso supone para la vida práctica.
Se
necesita una catequesis más bíblica y
vivencial en la preparación al bautismo, para que deje
de ser un simple acto social:
- mediante la escucha y
experiencia viva de Cristo resucitado y presente en la Biblia , en la Eucaristía , en el
prójimo y en uno mismo;
- mediante la experiencia de
ayuda al prójimo necesitado, como ayuda hecha al mismo
Cristo: “Todo lo que hagan con uno de éstos, conmigo lo hacen”.
- y
mediante la experiencia profética de evangelizar, ya desde niños, guiándolos a compartir, de modo directo, la obra
salvadora de Cristo, mediante la vida
interior de unión con el Resucitado presente, la oración por la salvación del prójimo, el sufrimiento asociado a la cruz de Cristo, el testimonio, la palabra y
las obras.
Esas experiencias dejarán
huellas indelebles en el espíritu, en la vida y en la persona del bautizado.
Sólo así
el gran misterio de vida divina del Bautismo no quedará eclipsado por “fiesta
social”.
Y será experimentado y vivido como lo que es:
el inmenso don de la
misma Vida de Dios injertada en la vida humana del Bautizado.
P.J.
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