NO VUELVAS A PECAR
Domingo 5° de
Cuaresma- C/17-03-2013 
Jn 8,1-11. - Los maestros de la Ley 
y los fariseos le presentaron a Jesús una mujer que había sido sorprendida en
adulterio. La colocaron en medio le dijeron: "Maestro, esta mujer es una adúltera y ha sido sorprendida en el
acto. En un caso como este, la Ley 
de Moisés ordena matar a pedradas a la mujer. Tú , ¿qué dices?" Le hacían esta
pregunta para ponerlo en dificultades y tener algo de qué acusarlo. Pero Jesús
se inclinó y se puso a escribir en el suelo con el dedo. Como ellos insistían
en preguntarle, se enderezó y les dijo: "Aquél de ustedes que no tenga pecado, que le arroje la primera
piedra."  Se inclinó de nuevo y siguió escribiendo en el
suelo. Al oír estas palabras, se fueron retirando uno tras otro, comenzando por
los más viejos, hasta que se quedó Jesús solo con la mujer, que seguía de pie
ante él. Entonces se enderezó y le dijo: "Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Ninguno
te ha condenado?" Ella contestó: "Ninguno, Señor." Y Jesús le dijo:
"Tampoco yo te condeno. Vete y en adelante no vuelvas a
pecar."
Quienes acusan y condenan, lo hacen porque se consideran mejores
que los demás y pretenden ocultar los pecados propios condenando los ajenos. Además,
quienes acusaban a la mujer adúltera ante Jesús, ocultaban una intención
perversa bajo pretexto de interés por la Ley de Dios: poner a Jesús en un
aprieto legal, religioso y político para deshacerse de él.
Si consiente
en apedrear a la adúltera, perderá su prestigio de salvador mesiánico, y además
será denunciado a los romanos, que prohíben a los judíos aplicar la pena de
muerte. Y si se pronuncia en contra de la Ley, que manda apedrear a las
adúlteras, lo denunciarán ante los jefes religiosos.
Los acusadores
están seguros de que la trampa no va a fallar. Jesús no les responde. En
silencio se y se pone a escribir en el suelo con el dedo, probablemente los
pecados de los acusadores. Y de repente los encara: “Quien esté sin pecado, que tire la primera piedra”. Jesús les
niega el derecho a erigirse en jueces y a la vez se niega a condenar a la
mujer, dándoles así una doble lección de misericordia y de justicia. 
Abochornados,
se retiran uno tras otro. Empezando seguro por los adúlteros presentes, que
merecían la misma condena que pedían para la adúltera. Los  acusadores
se ven acusados y acosados.
¿No es
frecuente, también entre tantos católicos de misa y comunión –pecadores como
los demás- la misma bochornosa escena? Es más: ¿quién no ha sido cómplice
alguna vez de tanto cinismo hipócrita? ¿Cómo se puede rezar el Padrenuestro y
pedir perdón, asistir a misa y comulgar con una conciencia tan farisaica?
Jesús no
condena la conducta de la adúltera, pero tampoco la aprueba, sino que le pide que
se convierta, que deje de hacerse daño a sí misma y a otros. Y seguro que con
aquella delicadeza y aquella mirada de misericordia, se sintió curada para
siempre. Ya no tendría nunca más necesidad de llenar con pecados y pecadores el
vacío de su vida. ¡Buen ejemplo!
Los cristianos
estamos llamados a ser testigos al estilo de Jesús. El perdón es la única
medicina contra el pecado y contra la discordia. No  es cristiano –seguidor de Cristo–
quien condena al pecador y deja de luchar contra el pecado propio y ajeno. 
Es cristiano verdadero
quien, con el ejemplo, la oración, el sufrimiento asociado a la cruz de Cristo,
con la palabra, el perdón contribuye a la conversión del pecador y de sí mismo.
los pecados ajenos para zafarse de los propios. Ya no se arrojan
piedras con la mano, pero se escupe fango y veneno con la lengua. 
¡Cuánta necesidad de convertirse y dedicarse a promover la cultura
pascual del amor, de la misericordia y del perdón! Es el mejor servicio al
mundo, a la sociedad, a la familia, al pecador, a sí mismo y a Dios… ”¡No vuelvas a pecar!”  
Es hora de abandonar para siempre la infeliz
actitud de juzgar y condenar.
P. J. Álvarez, ssp
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