ÉXITO FINAL, TOTAL y FELIZ de la VIDA

Subo al Padre mío y Padre de ustedes.
Luego vendré a buscarlos para que estén donde yo estoy.

Ascensión del Señor-C /  12-05-2013

Les dijo Jesús a sus discípulos: - Todo esto estaba escrito: los padecimientos del Mesías y su resurrección de entre los muertos al tercer día. Luego debe proclamarse en su nombre el arrepentimiento y el perdón de los pecados, comenzando por Jerusalén, y yendo después a todas las naciones, invitándolas a que se conviertan. Ustedes son testigos de todo esto. Ahora yo voy a enviar sobre ustedes lo que mi Padre prometió. Permanezcan, pues, en la ciudad hasta que sean revestidos de la fuerza que viene de arriba. Jesús los llevó hasta cerca de Betania y, levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo. (Lc 24, 46-53).

La Ascensión de Jesús constituye la cumbre de nuestra esperanza cierta: llegar, en unión con él y como él, a la eterna felicidad en la Casa del Padre.

La Ascensión atestigua que Jesús ha vencido todo lo que amenaza la vida humana: el dolor, el odio, la guerra, la muerte, que no son la palabra definitiva sobre el hombre, el cual tiene ansia y destino de felicidad, amor, paz y vida eterna. Que la Ascensión de Cristo nos seduzca y atraiga nuestros corazones hacia la feliz Patria eterna.

“Subir al cielo” equivale al éxito total y final de la existencia humana; éxito que nos mereció Jesús con su encarnación, vida, pasión, muerte y resurrección; éxito que nosotros alcanzamos mediante las obras de bien y asociando los padecimientos inevitables y la misma muerte a la cruz de Cristo; éxito que equivale a un salto inaudito en calidad de vida inmensamente mejor.

Jesús se encarnó, trabajó, predicó, sufrió, murió y resucitó, no sólo para transmitirnos una doctrina, sino ante todo para enseñarnos una forma de vivir, de amar, de obrar y obrar…, y de morir para resucitar a la gloriosa vida eterna.

Jesús ascendió al reino de los cielos después de haber echado las bases del reino de Dios en la tierra. Con eso nos enseña que el acceso al reino de los cielos está condicionado al esfuerzo serio para implantar con Jesús el reino de Dios en el hogar, en la sociedad y en el mundo.
    
En el testamento de Jesús en el día de la Ascensión, nos confió una misión: “Vayan y evangelicen a todas las gentes” (Mt 28, 19). Misión que empieza por nosotros mismos, por el hogar, el trabajo, el centro de estudios…, usando todos los medios a nuestro alcance, desde la oración a los modernos medios de comunicación.

En la Eucaristía compartimos con Cristo su acción salvadora de alcance universal: “Esto es mi cuerpo…; ésta es mi Sangre que será derramada por muchos” (Mc 14, 22-24). Él nos garantiza: “Quien permanece en mí y yo en él, da mucho fruto” (Jn 15, 5), aunque no sepamos dónde, ni cómo, ni a quién llega salvación que Cristo realiza con nosotros y a través de nosotros.

A nuestros tiempos estaba reservada la extraordinaria posibilidad de realizar al pie de la letra el mandato de Jesús de evangelizar a todo el mundo, en especial a través de las redes sociales. 

A estas redes se refiere Benedicto XVI en su magistral y actualísimo mensaje para la 47ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, día 12 de este mes de mayo, cuyas ideas principales he seleccionado para ti. No te lo pierdas.
P. Jesús Álvarez, ssp







Mensaje del Papa Benedicto XVI para la

47ª JORNADA MUNDIAL
DE LAS COMUNICACIONES SOCIALES

Tema: «Redes Sociales: portales de verdad y de fe; nuevos espacios para la evangelización».                                 

Queridos hermanos y hermanas:

Quisiera detenerme a considerar el desarrollo de las redes sociales digitales, que están contribuyendo a que surja una nueva «ágora», una plaza pública y abierta en la que las personas comparten ideas, informaciones, opiniones, y donde, además, nacen nuevas relaciones y formas de comunidad.

Estos espacios, cuando se valorizan bien y de manera equilibrada, favorecen formas de diálogo y de debate que, llevadas a cabo con respeto, salvaguarda de la intimidad, responsabilidad e interés por la verdad, pueden reforzar los lazos de unidad entre las personas y promover eficazmente la armonía de la familia humana.

El intercambio de información puede convertirse en verdadera comunicación, los contactos pueden transformarse en amistad, las conexiones pueden facilitar la comunión. Si las redes sociales están llamadas a actualizar esta gran potencialidad, las personas que participan en ellas deben esforzarse por ser auténticas, porque en estos espacios no se comparten tan solo ideas e informaciones, sino que, en última instancia, son ellas mismas el objeto de la comunicación.

El desarrollo de las redes sociales requiere un compromiso: las personas se sienten implicadas cuando han de construir relaciones y encontrar amistades, cuando buscan respuestas a sus preguntas, o se divierten, pero también cuando se sienten estimuladas intelectualmente y comparten competencias y conocimientos. Las redes sociales se alimentan, por tanto, de aspiraciones radicadas en el corazón del hombre.

La cultura de las redes sociales y los cambios en las formas y los estilos de la comunicación suponen todo un desafío para quienes desean hablar de verdad y de valores.

El diálogo y el debate pueden florecer y crecer asimismo cuando se conversa y se toma en serio a quienes sostienen ideas distintas de las nuestras. «Teniendo en cuenta la diversidad cultural, es preciso lograr que las personas no sólo acepten la existencia de la cultura del otro, sino que aspiren también a enriquecerse con ella y a ofrecerle lo que se tiene de bueno, de verdadero y de bello».
Las redes sociales deben afrontar el desafío de ser verdaderamente inclusivas: de este modo, se beneficiarán de la plena participación de los creyentes que desean compartir el Mensaje de Jesús y los valores de la dignidad humana que promueven sus enseñanzas.

En efecto, los creyentes advierten de modo cada vez más claro que si la Buena Noticia no se da a conocer también en el ambiente digital, podría quedar fuera del ámbito de la experiencia de muchas personas para las que este espacio existencial es importante.

El ambiente digital no es un mundo paralelo o puramente virtual, sino que forma parte de la realidad cotidiana de muchos, especialmente de los más jóvenes.

La capacidad de utilizar los nuevos lenguajes es necesaria, no tanto para estar al paso con los tiempos, sino precisamente para permitir que la infinita riqueza del Evangelio encuentre formas de expresión que puedan alcanzar las mentes y los corazones de todos.

Una comunicación eficaz, como las parábolas de Jesús, ha de estimular la imaginación y la sensibilidad afectiva de aquéllos a quienes queremos invitar a un encuentro con el misterio del amor de Dios.

En las redes sociales se pone de manifiesto la autenticidad de los creyentes cuando comparten la fuente profunda de su esperanza y de su alegría: la fe en el Dios rico de misericordia y de amor, revelado en Jesucristo. Este compartir consiste no solo en la expresión explícita de la fe, sino también en el testimonio, es decir, «en el modo de comunicar preferencias, opciones y juicios que sean profundamente concordes con el Evangelio, incluso cuando no se hable explícitamente de él».

La presencia en las redes sociales del diálogo sobre la fe y el creer, confirma la relevancia de la religión en el debate público y social.

Para quienes han acogido con corazón abierto el don de la fe, la respuesta radical a las preguntas del hombre sobre el amor, la verdad y el significado de la vida ―que están presentes en las redes sociales― se encuentra en la persona de Jesucristo.

Es natural que quien tiene fe, desee compartirla, con respeto y sensibilidad, con las personas que encuentra en el ambiente digital. Pero en definitiva los buenos frutos que el compartir el Evangelio puede dar, se deben más a la capacidad de la Palabra de Dios de tocar los corazones, que a cualquier esfuerzo nuestro. La confianza en el poder de la acción de Dios debe ser superior a la seguridad que depositemos en el uso de los medios humanos.

Confiemos en que los deseos fundamentales del hombre de amar y ser amado, de encontrar significado y verdad -que Dios mismo ha colocado en el corazón del ser humano- hagan que los hombres y mujeres de nuestro tiempo estén siempre abiertos a lo que el beato cardenal Newman llamaba la «luz amable» de la fe.

La implicación auténtica e interactiva con las cuestiones y las dudas de quienes están lejos de la fe, nos debe hacer sentir la necesidad de alimentar con la oración y la reflexión nuestra fe en la presencia de Dios, y también nuestra caridad activa: «Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como bronce que suena o címbalo que retiñe» (1 Co 13,1).

Existen redes sociales que, en el ambiente digital, ofrecen al hombre de hoy ocasiones para orar, meditar y compartir la Palabra de Dios. Pero estas redes pueden asimismo abrir las puertas a otras dimensiones de la fe.

De hecho, muchas personas están descubriendo, precisamente gracias a un contacto que comenzó en la red, la importancia del encuentro directo, de la experiencia de comunidad o también de peregrinación, elementos que son importantes en el camino de fe.

Debe de haber coherencia y unidad en la expresión de nuestra fe y en nuestro testimonio del Evangelio dentro de la realidad en la que estamos llamados a vivir, tanto si se trata de la realidad física como de la digital. Ante los demás, estamos llamados a dar a conocer el amor de Dios, hasta los más remotos confines de la tierra.

Rezo para que el Espíritu de Dios os acompañe y os ilumine siempre, y al mismo tiempo os bendigo de corazón para que podáis ser verdaderamente mensajeros y testigos del Evangelio. «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación» (Mc 16,15).

Vaticano, 24 de enero de 2013, fiesta de san Francisco de Sales

BENEDICTUS PP. XVI

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