¡TARDE TE AMÉ!

UN SANTO SE CONFIESA


Habiéndome convencido de que debía volver a mí mismo, penetré en mi interior, siendo tú mi guía, y ello fue posible porque tú, Señor, me socorriste. Entré y vi con los ojos de mi alma, de un modo u otro, por encima de la capacidad   de estos mismos ojos, por encima mi mente,                     una luz inconmutable.

¡Oh eterna verdad, verdadera caridad y cara eternidad! Tú eres mi Dios, por ti suspiro día y noche. Y cuando te conocí por vez primera, fuiste tú quien me elevó hacia ti, para hacerme ver que había algo que yo no era aún capaz de verlo.

¡Tarde te amé, Hermosura tan antigua y tan nueva; tarde te amé! Tú estabas dentro de mí y yo afuera, y así por fuera te buscaba. Tú estabas conmigo, mas yo no estaba contigo. Ahora siento hambre y sed de ti; me tocaste y deseé con ansia la paz que procede de ti.

¡Oh verdad, luz de mi corazón! Ahora vuelvo a tu fuente sediento y anhelante. No soy yo mi propia vida. Por mí mismo, sólo viví mal; mas luego, en ti resucité. Nos has hecho para ti, y nuestro corazón no halla sosiego mientras no descanse en ti.                       
  
San Agustín, Confesiones.

*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*