ORACIÓN VERDADERA

DEL CORAZÓN A LOS LABIOS


Tiene dos objetivos: Primero, conectarse con Dios presente; y luego darle gracias y pedirle gracias para sí y para los otros, en especial la gracia de la salvación propia y ajena. Es mucho más importante conectar con Dios que las peticiones que le presentamos.

Para orar bien, es necesario conectarse de corazón con Dios, o con la persona a la cual dirigimos la oración. De lo contrario, la oración puede resultar una ofensa a Dios: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí”. 
Por eso en la oración de la Iglesia se empieza suplicando: ”Dios mío, ven en mi auxilio; Señor, date prisa en socorrerme”, porque la oración es una grande tarea (audiencia con el infinito Dios de los cielos, del universo y de la tierra, el omnipotente y misericordioso), que se digna abajarse a nosotros. 
Si nos ponemos a orar sólo con los labios, mejor callar. Pero, con mucho, lo mejor es orar con el corazón en los labios.
Por eso hay que empezar la oración con la petición de perdón y un acto de agradecimiento sincero por sus inmensos dones. Agradecer es amar de corazón. Y Dios escucha primero el corazón y luego los labios.

Aunque las peticiones no resulten eficaces, el encuentro con Dios es siempre eficaz en orden a la unión con Él y a la salvación propia y ajena, que son las mayores gracias que podemos desear y pedir.

Hay que invocar al Espíritu Santo: “Ven, Espíritu Santo, ora en mí con palabras inefables, pues sin tu ayuda, nada bueno hay en mí”, ni siquiera la oración.

Y pedirle a la Virgen María, nuestra madre: “Virgen María, toma tú mis veces en la oración; preséntala al Padre y preséntame sobre todo a mí”.


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