LA CORRECCIÓN FRATERNA

 Domingo 23º tiempo ordinario - A /  07-09-2014

Dijo Jesús a sus discípulos: - Si tu hermano ha pecado, vete a hablar con él a solas para hacérselo notar. Si te escucha, has ganado a tu hermano. Si no te escucha, toma contigo una o dos personas más, de modo que el caso se decida por la palabra de dos o tres testigos. Si se niega a escucharlos, informa a la asamblea. Si tampoco escucha a la Iglesia, considéralo como un pagano o un publicano. Yo les digoTodo lo que aten en la tierra, se mantendrá atado el Cielo, y todo lo que desaten en la tierra, se mantendrá desatado el Cielo. Asimismo yo les digo: si en la tierra dos o más de ustedes se ponen de acuerdo para pedir alguna cosa, mi Padre celestial se lo concederá. Pues donde están dos o tres reunidos en mi Nombre, allí estoy yo en medio de ellos.  Mt 18, 15-20.

La Iglesia promueve la paternidad responsable, sin descuidar la fraternidad responsable, que consiste en la actitud ante el mal que se padece y el bien que se hace. “Llorar con los que lloran y reír con los que ríen” (Rom 12,15).
Una característica esencial de la fraternidad responsable es la corrección fraterna, que ya se hacía en el Antiguo Testamento. Pero la corrección resulta eficaz si es de verdad fraterna, amorosa, pues si se hace con ira,  desprecio, amenazas, ironía, tono autoritario o de revancha, puede resultar inútil e incluso contraproducente.
La forma negativa de echar en cara las faltas, suele ser un recurso de autodefensa para ocultar defectos propios que no se quieren reconocer ni corregir; una manera de desahogo, revancha, o ansia de superioridad, a quien intenta afirmarse a costa de descalificar al otro, incluso con la calumnia.
El objeto de la corrección debe ser un mal o daño real, un daño a sí mismo o a otra persona, a un grupo, a la naturaleza, al Creador…; no una simple forma diferente de pensar, de vivir o de actuar. El punto de referencia para valorar el supuesto mal a corregir, debe ser la Palabra de Dios, los Diez Mandamientos, el bien del prójimo, la creación, los valores del reino, y no los propios criterios, intereses personales.
La corrección será fraterna sólo si está hecha con amor, delicadeza y humildad, deseando de verdad el bien del otro, de los otros. Y quien corrige debe tener presentes sus fallos y pecados, que tal vez le cuesta reconocer. Nos advierte Jesús: “Quien esté sin pecado, que tire la primera piedra” (Jn 8,  7). “Sácate primero la viga de tu ojo y luego verás para quitar la del ojo ajeno” (Mt 7, 5). Reglas de oro de la corrección fraterna.
Además, para corregir con amor, hay que ver al otro como hijo de Dios y hermano nuestro en el Padre eterno. E imitar a Jesús, que nunca exigió que se le pidiese perdón, sino que se adelantaba a ofrecerlo; hasta pidió perdón para quienes lo crucificaban.

Al final del evangelio de hoy Jesús nos asegura: “Donde dos o más se ponen de acuerdo para pedir al Padre algo en mi Nombre, Él se lo concederá”, (Mt 18,19-20), porque Jesús mismo estará en medio de ellos orando con ellos al Padre, por medio del Espíritu Santo, que “intercede por nosotros con gemidos indecibles” (Mt 18, 19-20).  ¡Qué importante y eficaz sería pedir, en nombre de Jesús, la conversión de quienes pecan! La oración es a menudo el único remedio posible, cuando quien hace el mal, cree estar en lo justo.
 P. Jesús Álvarez


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