EL PAN DE VIDA ETERNA

¿También ustedes quieren irse?


Domingo XXI durante el año

Evangelio:  Juan  6, 60-69

Después de escuchar la enseñanza de Jesús, muchos de los presentes decían: «¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escu-charlo?» Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: «¿Esto los escandaliza? ¿Qué pasará, entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes? El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve. Las palabras que les dije son Espíritu y Vida. Pero hay entre ustedes algunos que no creen». En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar. Y agregó: «Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede». Desde ese momento, muchos de sus oyentes se alejaron de Él y dejaron de acompañarlo. Jesús preguntó entonces a los Doce: «¿También ustedes quieren irse?»Simón Pedro le respondió: «Señor, ¿a quién iremos? Sólo tú tienes palabras de Vida eterna”.

La mayoría del auditorio se “escandaliza” ante la promesa del Pan de Vida, y no aceptan el lenguaje desconcertante de Jesús, un pobre carpintero del pueblo, y la mayoría opta por lo más fácil: abandonarlo.
Este alejarse de Cristo, Pan de Vida eterna, sigue repitiéndose a través de los siglos: casi todas las iglesias separadas y las sectas han abandonado la Eucaristía, con lo cual sus adeptos quedan sin el don más grande de Dios para sus hijos: Cristo Pan de Vida eterna.
Pero lo que más “escandaliza” es que mayoría de los mismos católicos bautizados en la Iglesia católica, una vez que han hecho la primera comunión, abandonan la Eucaristía y la Iglesia. Pero tampoco todos los que van a misa, comulgan, porque, en realidad, no creen lo suficiente en Cristo resucitado, presente en la Eucaristía.
Mas muchos de los que comulgan, no creen ni aman al que reciben. Aceptan el rito, pero no la Persona de Cristo presente. Prefieren una vida cómoda, sin el esfuerzo de acoger e imitar a Jesús, y así tener vida y gloria eterna con Él. Quien no cree ni acoge a Cristo en la Eucaristía, ¿cómo podrá reconocerlo y acogerlo cuando se le presente al final de su vida?
La Eucaristía sin fe y sin amor a Cristo y al prójimo, es un fatal contrasentido. Como el beso hipócrita de Judas. San Pablo afirma: “Quienes comen y beben indignamente, se tragan su propia condena” (1Cor 11, 29). ¡Dios nos libre de tan grande e irremediable desgracia!  
Urge, pues, verificar nuestra fe en la presencia real de Cristo en la Eucaristía, y suplicarle con insistencia que aumente nuestra fe y amor hacia él: “Te creo, te amo y en ti espero, mas aumenta mi fe, mi amor y mi esperanza". “Señor mío y Dios mío (Jn  20, 28).
Por otra parte, Jesús afirma que es imposible unirse a él si el Padre no nos lo concede. Pero nos indica cómo lograrlo: “Pidan y recibirán, porque quien pide, recibe, y quien busca, encuentra (Mt 7, 8). “Todo lo que pidan al Padre en mi nombre, él se lo concederá” (Jn 14, 13). Repitamos, pues, con san Pedro: “Señor, ¿a quién vamos a ir? Sólo tú tienes palabras de vida eterna” (Jn 6, 60 y amar sin haber visto. Esperamos, acogemos y amamos a Cristo como único Salvaddor. 
Creemos más allá de lo que vemos y tocamos. Somos felices por creer y amar sin haber visto. esperamos, acogemos y amamos a Cristo como único Salvador, y nos asociamos a su cruz, la cual nos merecerá la resurrección y la vida eterna. Lo tenemos como luz, alegría, paz y salvación; creemos y vivimos en su  presencia  y  amistad  infalible: “Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20). 
La catequesis eucarística suele fallar por la base: se ocupa más de la doctrina y del rito, que de guiar al encuentro real y progresivo con Cristo resucitado presente en la Eucaristía. Hay hambre de Cristo, pero también anemia espiritual por falta de real experiencia de Jesús eucarístico resucitado y presente, como él mismo afirma con palabra infalible: "Yo estoy con ustedes todos los días". (Mt 28, 20).

P.J.A.