¿También ustedes quieren irse?
Domingo XXI durante el año
Después de escuchar la enseñanza de Jesús, muchos de los presentes decían: «¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escu-charlo?» Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: «¿Esto los escandaliza? ¿Qué pasará, entonces, cuando vean al Hijo del
hombre subir donde estaba antes? El Espíritu es el que da Vida, la carne de
nada sirve. Las palabras que les dije son Espíritu y Vida. Pero hay entre
ustedes algunos que no creen». En efecto,
Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que no creían y quién era
el que lo iba a entregar. Y agregó: «Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo
concede». Desde ese momento, muchos
de sus oyentes se alejaron de Él y dejaron de acompañarlo. Jesús preguntó
entonces a los Doce: «¿También ustedes
quieren irse?»Simón Pedro le respondió: «Señor, ¿a quién iremos? Sólo tú tienes palabras de Vida eterna”.
La mayoría del
auditorio se “escandaliza” ante la promesa del Pan de Vida, y no aceptan el
lenguaje desconcertante de Jesús, un pobre carpintero del pueblo, y la mayoría
opta por lo más fácil: abandonarlo.
Este alejarse de
Cristo, Pan de Vida eterna, sigue repitiéndose a través de los siglos: casi
todas las iglesias separadas y las sectas han abandonado la Eucaristía, con lo
cual sus adeptos quedan sin el don más grande de Dios para sus hijos: Cristo
Pan de Vida eterna.
Pero lo que más
“escandaliza” es que mayoría de los mismos católicos bautizados en la Iglesia
católica, una vez que han hecho la primera comunión, abandonan la Eucaristía y
la Iglesia. Pero tampoco todos los que van a misa, comulgan, porque, en
realidad, no creen lo suficiente en Cristo resucitado, presente en la
Eucaristía.
Mas muchos de los
que comulgan, no creen ni aman al que reciben. Aceptan el rito, pero no la
Persona de Cristo presente. Prefieren una vida cómoda, sin el esfuerzo de
acoger e imitar a Jesús, y así tener vida y gloria eterna con Él. Quien no cree
ni acoge a Cristo en la Eucaristía, ¿cómo podrá reconocerlo y acogerlo cuando
se le presente al final de su vida?
La Eucaristía sin
fe y sin amor a Cristo y al prójimo, es un fatal contrasentido. Como el beso
hipócrita de Judas. San Pablo afirma: “Quienes comen y beben
indignamente, se tragan su propia condena” (1Cor 11, 29). ¡Dios nos libre de tan grande e irremediable desgracia!
Urge, pues,
verificar nuestra fe en la presencia real de Cristo en la Eucaristía, y
suplicarle con insistencia que aumente nuestra fe y amor hacia él: “Te creo, te
amo y en ti espero, mas aumenta mi fe, mi amor y mi esperanza". “Señor
mío y Dios mío” (Jn 20, 28).
Por otra parte,
Jesús afirma que es imposible unirse a él si el Padre no nos lo concede. Pero
nos indica cómo lograrlo: “Pidan y recibirán, porque quien pide, recibe, y
quien busca, encuentra” (Mt 7, 8). “Todo lo que pidan al Padre en mi nombre, él se lo concederá” (Jn 14, 13). Repitamos, pues, con san Pedro: “Señor,
¿a quién vamos a ir? Sólo tú tienes palabras de vida eterna” (Jn 6, 60 y amar sin haber visto. Esperamos,
acogemos y amamos a Cristo como único Salvaddor.
Creemos más allá
de lo que vemos y tocamos. Somos felices por creer y amar sin haber visto. esperamos, acogemos
y amamos a Cristo como único Salvador, y nos asociamos a su cruz, la cual nos merecerá la resurrección y
la vida eterna. Lo tenemos como luz, alegría, paz y salvación; creemos y
vivimos en su presencia y amistad
infalible: “Yo estoy con ustedes
todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20).
La catequesis
eucarística suele fallar por la base: se ocupa más de la doctrina y del rito,
que de guiar al encuentro real y progresivo con Cristo resucitado presente en la Eucaristía.
Hay hambre de Cristo, pero también anemia espiritual por falta de real
experiencia de Jesús eucarístico resucitado y presente, como él mismo afirma
con palabra infalible: "Yo estoy con ustedes todos los días". (Mt 28, 20).
P.J.A.