Según un antiguo códice atribuido al papa san Gregorio Magno, conservado en la basílica de Zaragoza (España), la Virgen María, antes de su Asunción, hacia el año 40, habría visitado al apóstol Santiago, desalentado por los escasos frutos de su evangelización entre los españoles. Sentada sobre una columna de alabastro –conservada hoy en la basílica del Pilar–, la Virgen le pidió construyera una iglesia en memoria suya, en la a orillas del caudaloso río Ebro, prometiéndole que aquel pilar permanecería allí hasta el fin del mundo y que nunca faltarían en el lugar verdaderos cristianos.
Es el primer santuario cristiano de España y tal vez de la iglesia universal. A través de lo siglos se fue modificando, hasta la construcción de la actual esplendorosa basílica. Desde la presencia del apóstol Santiago en Zaragoza, el Pilar ha sido y seguirá siendo centro de fe, de peregrinaciones e innumerables conversiones y milagros. Juan Pablo II peregrinó a Zaragoza en 1982.
Curiosamente el descubrimiento de América por Cristóbal Colón coincidió con la fecha de la fiesta del Pilar, y por eso fue declarada, en 1958, fiesta de la hispanidad: fiesta de España y de los países hermanos de habla española, hermanados por la misma fe y el mismo idioma, pero sobre todo por la misma Madre común, la Virgen María, cuya devoción y protección sintieron y dieron a conocer los primeros misioneros españoles a los aborígenes del Nuevo Mundo. La devoción a la Virgen del Pilar se ha extendido por toda América Latina.
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