San Dámaso I, papa
11 diciembre
Español de origen (305-384). Estuvo al servicio de dos Papas: san Liberio y san Félix II, al que sucedió en el 366, con una gran experiencia adquirida al lado de los mencionados pontífices.
Su tiempo estaba convulsionado por las herejías, en especial de los arrianos, y los cismas religiosos, y por eso convocó varios sínodos con el fin de defender y difundir la fe católica contra los herejes, y encargó a San Jerónimo hacer la primera traducción de la Biblia en lengua vulgar, por eso llamada Vulgata, siendo así el primer para que se preocupó por acercar la Biblia al pueblo.
Mantuvo en alto el prestigio de la Iglesia, a pesar de las dificultades, con la ayuda también de grandes personajes eclesiásticos contemporáneos: San Agustín, obispo de Hipona (Egipto) y san Ambrosio de Milán (Italia).
Fue el primer explorador y arqueólogo de las catacumbas romanas, y se encargó personalmente de su mantenimiento y ampliación. Por la paz de Constantino, las catacumbas habían sido abandonadas como lugares subterráneos del culto cristiano y sepelio de mártires, y corrían el riesgo de daños irreparables.
Como arqueólogo y literato, a cada tumba cuyos restos identificaba le ponía una placa con poéticos epígrafes que él mismo escribía. Su pasión de arqueólogo estaba alimentada por una gran fe y profunda piedad, y su actividad apostólica estaba guiada por un alto sentido de responsabilidad. En su pontificado se consolidó la autoridad de la Iglesia, y la herejía arriana quedó casi extinguida.
Afirmaba la soberanía de lo espiritual sobre lo temporal, exaltando, no a los grandes del mundo, sino a los campeones de Cristo, los mártires.
En la Cripta de los Papas, explorada por él en las Catacumbas de san Calixto, escribió: “Aquí yo, Dámaso, desearía que fueran sepultados mis restos mortales; pero temo perturbar las piadosas cenizas de los Santos. Entonces se preparó, con humildad y discreción, una sepultura en un lugar solitario, a la vera de la Via Ardeatina.
Es patrono de los arqueólogos.
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Su tiempo estaba convulsionado por las herejías, en especial de los arrianos, y los cismas religiosos, y por eso convocó varios sínodos con el fin de defender y difundir la fe católica contra los herejes, y encargó a San Jerónimo hacer la primera traducción de la Biblia en lengua vulgar, por eso llamada Vulgata, siendo así el primer para que se preocupó por acercar la Biblia al pueblo.
Mantuvo en alto el prestigio de la Iglesia, a pesar de las dificultades, con la ayuda también de grandes personajes eclesiásticos contemporáneos: San Agustín, obispo de Hipona (Egipto) y san Ambrosio de Milán (Italia).
Fue el primer explorador y arqueólogo de las catacumbas romanas, y se encargó personalmente de su mantenimiento y ampliación. Por la paz de Constantino, las catacumbas habían sido abandonadas como lugares subterráneos del culto cristiano y sepelio de mártires, y corrían el riesgo de daños irreparables.
Como arqueólogo y literato, a cada tumba cuyos restos identificaba le ponía una placa con poéticos epígrafes que él mismo escribía. Su pasión de arqueólogo estaba alimentada por una gran fe y profunda piedad, y su actividad apostólica estaba guiada por un alto sentido de responsabilidad. En su pontificado se consolidó la autoridad de la Iglesia, y la herejía arriana quedó casi extinguida.
Afirmaba la soberanía de lo espiritual sobre lo temporal, exaltando, no a los grandes del mundo, sino a los campeones de Cristo, los mártires.
En la Cripta de los Papas, explorada por él en las Catacumbas de san Calixto, escribió: “Aquí yo, Dámaso, desearía que fueran sepultados mis restos mortales; pero temo perturbar las piadosas cenizas de los Santos. Entonces se preparó, con humildad y discreción, una sepultura en un lugar solitario, a la vera de la Via Ardeatina.
Es patrono de los arqueólogos.
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