SAN JOSÉ
Patrono de la Iglesia universal
Escuchen qué cosa y cosa
tan maravillosa, aquesta:
un padre que no ha engendrado
a un Hijo, a quien otro engendra.
Un hombre que da alimentos
al mismo que lo alimenta;
cría al que lo crió, y al mismo
sustenta que lo sustenta.
Manda a su propio Señor
y a su Hijo Dios respeta;
tiene por ama a una esclava
y por esposa a una reina.
Celos tuvo y confianza,
seguridad y sospechas,
riesgos y seguridades,
necesidad y riquezas.
Tuvo, en fin, todas las cosas
que pueden pensarse buenas;
y es de María esposo
y, de Dios, padre en la tierra.
El Evangelio afirma que perteneció a la tribu real de Judá y a la casa y familia de David. Al hacerse padre putativo y legal de Jesús, incluye al Hijo de Dios en la descendencia de David. Pero él pasa a segundo plano, porque lo que se realiza en María es obra del Espíritu Santo. Ni siquiera tiene el privilegio de ponerle nombre a su Hijo adoptivo.
Y tampoco puede hacer planes sobre propia vida matrimonial, sino sólo ponerse al servicio del plan de Dios. El Evangelio no menciona ni una sola palabra pronunciada por José. Sintetiza su admirable personalidad y santidad en cuatro palabras: “Era un hombre justo”.
Era un hombre decidido y de carácter indomable, con una fuerza interior nada común, como lo demostró en las más difíciles circunstancias: cuando María corría el riesgo de ser apedreada como adúltera y cuando peligraba la vida de Jesús, la de María y la suya propia frente a la persecución política.
Ya antes de las bodas de Caná, el Padre de su Hijo adoptivo lo llamó a su Casa eterna para darle el justo premio de su fidelidad, amor y servicio.
San José tiene ocho patronatos; entre ellos: patrono de la Iglesia, de los trabajadores, de los padres de familia, de la buena muerte...
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