EL CORAZÓN DE LA MADRE UNIVERSAL


Corazón inmaculado de María
.......................
nnnnnnn.12 de junio
.
La devoción al inmaculado Corazón de María se apoya en dos textos del N.T.: “María, por su parte, guardaba todas estas cosas meditándolas en su corazón” (Lc 2, 19), “Su madre guardaba estas cosas en su corazón” (Lc 2, 51). Son referencias en las que se apoya la devoción cordimariana, pues en ellas aparece el corazón de María como la “cuna de toda meditación cristiana sobre los misterios de Cristo”.

Y un tercer texto, la profecía de Simeón: “Una espada atravesará tu corazón”, muestra la asociación interior de María a su Hijo en la obra de la redención: “Todo lo que se cumple en el cuerpo paciente del Hijo, se cumple también en el corazón y en el alma de la madre”.

San Juan Eudes explica que la expresión corazón de María “quiere decir que su corazón es la fuente y el principio de todas las grandezas, excelencias y prerrogativas que la adornan, de todas las cualidades eminentes que la elevan por encima de todas las criaturas, como ser hija primogénita del eterno Padre, madre del Hijo, esposa del Espíritu Santo y templo de la Santísima Trinidad... Y además que este mismo corazón es la fuente de todas las virtudes que practicó... Porque fueron la humildad, la pureza, el amor y la caridad del corazón los que la hicieron digna de ser madre de Dios”.

La devoción al Corazón inmaculado ha sido reforzada por los acontecimientos de Fátima, donde el ángel les dijo a los videntes: “Los sagrados corazones de Jesús y de María tienen proyectos de misericordia sobre ustedes”. Y Lucía fue declarada por la Virgen nueva apóstol de la devoción a su corazón: “Jesús quiere servirse de ti para hacerme conocer y amar. Él quiere establecer en el mundo la devoción a mi inmaculado Corazón. Prometo la salvación a quien la practique”.

La devoción a María no consiste sólo en poner flores y velas a sus imágenes y besarlas, en rezar el rosario y otros actos de piedad, sino, ante todo, en amarla, imitarla, tratar con ella, pues el la Madre que nos acompaña con su presencia en el arduo camino hacia la gloria eterna, donde nos espera.

P. J.
.