La Exaltación de la Cruz
14 septiembre
La cruz de Cristo no fue una derrota, sino la gran victoria. Y ese mismo sentido y destino tienen nuestras cruces diarias, y la cruz final de la muerte, que nos abre las puertas de la resurrección y de la gloria eterna.
Por eso san Pablo dice: “Yo no me glorío sino en la Cruz de Cristo”, “Alégrense cuando tengan que compartir la cruz de Cristo”. La cruz es sólo el camino, y la resurrección gloriosa es el destino.
Jesús sufrió en nuestro lugar, de lo contrario nuestras cruces serían mucho más crueles y sin esperanza. Además nos invita: “Vengan a mí todos los que andan cansados y agobiados, y yo los aliviaré”. ¡Cuánta gratitud se merece nuestro Salvador!
El gran alivio de nuestras cruces asociadas a la de Cristo, consiste en que él las transforma en fuentes de resurrección y de felicidad eterna, al igual que la suya, tanto para nosotros como para muchos otros. “Como Cristo entregó su vida por nosotros, así nosotros debemos entregar la vida por nuestros hermanos”. “Quien entrega su vida, la salvará para la vida eterna”.
No nos quitó todas las cruces; nos ha dejado algunas para que sepamos lo que es sufrir y amar de verdad, y así compartamos con amor y gratitud su cruz por la salvación nuestra, de los nuestros y del mundo entero. Amor con amor se paga.
p.j.