LA MANO DERECHA DE ALBERIONE


Beato Timoteo Giaccardo
primer sacerdote paulino, comunicador social


Nació el 13 de junio de 1896, en Narzole, pueblecito del norte de Italia. Ese mismo día fue bautizado con el nombre de José. El nombre Timoteo es de profesión religiosa. A los 12 años, en el mes de mayo de 1908, se encontró por primera vez con el P. Santiago Alberione, y ese encuentro lo marcó para siempre.

Aconsejado por el P. Alberione, su director espiritual, ingresó en el seminario diocesano de Alba, y en 1912, con 16 años, vistió el hábito clerical, como se acostumbraba.


De él escribía el P. Alberione: “Desde 1909 a 1914, cuando la divina Providencia estaba preparando la Familia Paulina, él, aunque sin comprenderlo todo, tuvo una clara intuición de la misma”.

En 1914 el P. Santiago Alberione daba inicio a la Sociedad e San Pablo, y en 1917 Giaccardo ingresaba en la naciente congregación como maestro de los primeros seminaristas.

El 19 de octubre de 1919 fue ordenado como primer sacerdote de la Sociedad de San Pablo. Escribía en su diario: “He subido al altar llevando el ideal de mi vocación sacerdotal: Vivo yo, pero no soy yo; es Cristo quien vive en mí. Me resulta sumamente grato recordar y dar gracias de forma explícita a la Virgen, ya que todo sacerdote sale de su corazón”.

En enero de 1926 el Fundador lo envió a Roma para iniciar la primera casa filial de la Sociedad de San Pablo. En 1937 fue nombrado superior de la Casa Madre de Alba, y en 1946 regresó a Roma como primer Vicario General de la Congregación.
Durante 30 años compartió con el Fundador, P. Santiago Alberione, la solicitud por cada una de las ramas de la Familia Pualina en sus difíciles comienzos y en su desarrollo, como "llevándolas en brazos".
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Murió santamente el 24 de enero de 1948, después de haber renovado la entrega de su vida al Señor por la Familia Paulina.

El P. Alberione dijo de él en la homilía fúnebre: “Representaba perfectamente al Señor: en el altar, en el confesionario, en el púlpito, en las conversaciones, en las clases, en los recreos, en las relaciones, en todo el conjunto de tareas que desempeñaba y en su vida privada, siempre representaba al Señor. Era otro Cristo”.

p.j.