Domingo 7º tiempo ordinario-A
20 enero 2011
Ustedes han oído que se dijo: “Ojo por ojo y diente por diente”. Pero yo les digo: No hagan frente al que les hace daño. Al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la izquierda... Da al que te pide, y no vuelvas la espalda al que te solicita algo prestado. También han oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo”. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos y recen por sus perseguidores; pues así serán hijos del Padre que está en los cielos, porque El hace salir el sol sobre buenos y malos y hace caer la lluvia para justos e injustos... Sean perfectos como el Padre celestial es perfecto. (Mt 5, 38-48).
El amor cristiano, a ejemplo del amor de Cristo (por eso es cristiano), será siempre sorprendente Y será imposible de confundir con otra clase de amor. Cristo amó a los mismos que le crucificaban, oró por ellos, y también por ellos entregaba su vida.
Esta forma de amar resulta imposible de comprender y de imitar si no es por la fe que ve en el enemigo a un hermano y a un hijo amado de Dios, y cuya salvación él pone también en nuestras manos. Acogiendo al prójimo como Dios lo acoge, seremos acogidos por Dios.
Para convencernos de este mandato, Jesús usa un lenguaje paradójico y extremista. No hay que tomar a la letra la frase “poner la otra mejilla”, pues él no la puso cuando un soldado le dio una bofetada ante Pilato; sino que, con admirable serenidad, le hizo notar lo injusto de su comportamiento: “Si he hablado bien, ¿por qué me pegas?”
Poner la otra mejilla significa perdonar, no tomar venganza, no devolver mal por mal, sino bien por mal, y perdonar setenta veces siete. El perdonar es la mejor garantía del perdón de Dios y del amor a Dios: “Si ustedes perdonan, serán perdonados”. El perdón es como un sacramento universal de salvación, que no require más que eso: perdonar.
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Hay que ingeniarse para no ser blanco de agresividad y violencia injusta, pero sin pagar con la misma moneda, porque violencia llama violencia. Hay que ser sencillos como las palomas y astutos como las serpientes, según el consejo del mismo Jesús, que se prestó a ser apresado sólo cuando no "había llegado la hora".
Amar a los enemigos es compartir e imitar la bondad misericordiosa y el amor universal de Dios Padre, que ama a todos sus hijos, buenos y malos; y ese amor nos hace verdaderos hijos de Dios y perfectos como él es perfecto por la imitación del amor del Padre celestial. Ese amor es lo único que puede cambiar a los enemigos en hermanos y amigos.
Pero no podemos olvidar que todos tenemos tendencia a usar la ley del talión o de la venganza: “Quien me la hace, me la paga”. Y sólo con la ayuda del mismo Dios y desde la fe es posible amar a quien nos agravia.
Por eso tenemos que pedirle hoy y siempre que nos dé la bendición de amar a los enemigos como él los ama, para así merecer su perdón y compartir su amor misericordioso y universal.