PLAN DE AMOR FRENTE A PLAN DE ODIO


Domingo de Ramos – A 
  17 abril 2011


Los discípulos trajeron una burra con su cría, colocaron encima sus mantos y Jesús se montó. Gran parte de la gente extendía sus capas en el camino y otros cortaban ramas de los árboles y las esparcían por el suelo. Y la gente que iba delante y detrás de Jesús gritaba: - ¡Hosanna! ¡Viva el hijo de David! ¡Bendito sea el que viene en el Nombre del Señor! ¡Hosanna! ¡Gloria en lo más alto de los cielos! Cuando Jesús entró en Jerusalén, la ciudad se alborotó, y muchos preguntaban: - ¿Quién es éste? Y la gente que venía con él contestaba: - Es Jesús, el profeta de Nazaret de Galilea. Mt 21, 1-11 



        
El Domingo de Ramos, que abre la Semana Santa, nos sugiere una seria y sincera toma de conciencia sobre la calidad cristiana de nuestras vidas en todas sus manifestaciones y dimensiones.

El Domingo de Ramos acude mucha gente a las iglesias para llevarse su ramo bendito. Con palmas y ramos los judíos aclamaban a Jesús como Mesías, pero muchos de ellos, a los pocos días, pedían su muerte. 
La historia del Domingo de Ramos se repite: muchos aclaman a Cristo en la Iglesia, en las procesiones, y luego lo crucifican en el prójimo, en la familia, en la educación, en los hospitales, en el trabajo, en la política, en el comercio, en la comunicación social...

Pero también son muchos, gracias a Dios, los que se encuentran con Cristo muerto y resucitado, que hoy sufre en los pobres, enfermos, marginados, encarcelados, aplastados por injusticias, violencia, violación, aborto, hambre… y muchos otros cristos vivos, crucificados con Cristo, y que con él se ofrecen por la salvación del prójimo y del mundo.

En este domingo se lee la Pasión de Cristo, que narra el abandono y la traición, incluso por parte de sus preferidos. También hoy se multiplican las traiciones, abandonos y vejaciones a hijos, madres, padres, abuelos, niños… y los Pilatos siguen lavándose tranquilamente las manos..., incluidos muchos de ellos que se tienen por cristianos.

¿Y quién de nosotros no es en algo verdugo de su prójimo? E incluso asesino poco a poco, por la indiferencia, el rencor, el desprecio, la difamación, la traición. Pensemos en serio que el daño que causemos a otros, se volverá contra nosotros, si no reparamos, pues “con la misma medida que midieren, serán medidos”.

La Semana Santa es una oportunidad especial para la misericordia, para mejorar la relación con el prójimo y con Dios, para reparar con la oración, la limosna, el perdón, el ejemplo, el sufrimiento ofrecido por quienes hemos ofendido y dañado. Y la misma muerte, asociada ya desde ahora a la de Cristo, es reparación por nosotros y por muchos otros.

Pensemos también en esa inmensa multitud de cristos vejados y crucificados injustamente, que sufren sin volver mal por mal, en paz y esperanza, con la seguridad de que esas injusticias les merecen acompañar a Cristo, hacia la resurrección y la vida sin fin, por el camino de la cruz y de la misericordia. Así comparten la gloria de la pasión salvadora de Jesús en favor de muchos.

La vida no termina en la cruz, ni la muerte es su final. Cruz y muerte abren la puerta luminosa de la misericordia hacia la resurrección y la vida eterna. 
No podemos quedarnos en el viernes santo, con un Cristo muerto y fracasado, pues Jesús no ha quedado en el sepulcro, sino que, venciendo a la muerte, alcanzó el éxito total de su vida con la resurrección, que nos ofrece también a nosotros como éxito total de nuestra existencia.

Solamente la perspectiva de la Resurrección, y la fe en la Resurrección pueden hacer que la Semana Santa sea santa de verdad, y  no degenere en folklore pagano, que Dios aborrece.

P. J.