Visitación de la Virgen María
31 de mayo
En la visita a su prima Isabel, María realiza la primera obra de evangelización: una vez recibido a Cristo en su seno y en su persona, no se queda encerrada con él en su casa, sino que sale para llevarlo a donde lo acogerán a brazos abiertos: a la casa de Isabel, quien sale al encuentro de María, y exultando de emoción y gozo, exclama: “¡Bendita tú entre todas las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!”
También el niño de Isabel salta en su seno de gozo ante el Niño Dios. María se llena de júbilo y rebosa gratitud al Señor por el misterio de la redención, y le brota espontáneo el canto del Magníficat: “Mi alma glorifica al Señor, y salta de júbilo mi espíritu en Dios, mi Salvador, porque ha mirado la humildad de su sierva, y desde ahora me felicitarán todas las generaciones”.
Las palabras de Isabel y las de María se repiten incesantemente con la recitación del Ave María, en todo el orbe, a través de los siglos, en la Iglesia, que revive el gozo, la gratitud y alabanza de ambas por las maravillas de la salvación.
María es modelo de todo apostolado cristiano: si recibimos de verdad a Cristo en nosotros, sobre todo por la Comunión, lo llevaremos como ella a los demás con la vida, las obras y la palabra. La vida del verdadero cristiano es un evangelio viviente, un portador de Cristo. que trasparenta al Salvador, un verdadero apóstol y misionero.
p.j.